Volumen 36 | Número 4 | Julio/Agosto 2008

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El Fundamentalista Y Su Música—1ra. Parte
Extractos adaptados del libro Enfrentando a la Música Cristiana Contemporánea


By Dr. H. T. Spence

Es imperativo que yo establezca varios principios y convicciones antes de presentar la música que ahora es el distintivo de los Fundamentalistas. A menos de que estos principios sean reconocidos, el contenido de este artículo no será leído con un corazón ni con un espíritu apropiados. Escribo a mis hermanos, a aquellos a los cuales pertenezco, a mis compañeros en la lucha en contra de la apostasía. Es mi oración que el Espíritu Santo me capacite para escribir con un candor santificado, sobre la música existente entre mi propia gente.

El año 1974 fue de gran importancia en la vida de mi familia. Este fue el año en el cual se llevó a cabo nuestro éxodo de un sistema teológico que creímos estaba entrando en una verdadera apostasía, sin esperanza de regreso alguno. Mi familia había sido miembro del sistema Pentecostés por tres generaciones donde mi abuelo, el Rev. Hubert T. Spence, fue el obispo de la Iglesia Pentecostés de la Santidad al final de los años 40. Mi padre, admirado como erudito y maestro de la Biblia, fue muy solicitado para conferencias y seminarios bíblicos. A la edad de veinte años fui enviado a Canadá para estar allá noventa días y predicar durante doce semanas de avivamiento; la denominación se encargó de pagar mis gastos. Fui ordenado al ministerio en ese mismo año y la ruta eclesiástica parecía prometedora. Esta denominación Pentecostés nació durante los primeros años del Siglo XX, bajo los fundamentos de la fe cristiana, pero sus distintivos ciertamente eran diferentes de aquellos que tenían el nombre público de fundamentales. Para el año 1974 el movimiento Carismático avanzaba, así como también el proceso de su “asimilación” dentro de las antiguas denominaciones Pentecosteses. “La Santidad” ya no era el clamor de batalla en los recintos del sistema; los estilos de vida y de vestir estaban cambiando rápidamente; las sanidades y la prosperidad estaban enfatizándose vigorosamente y se les consideraba equivalentes a la expiación y a la limpieza de pecados; el ritmo contemporáneo estaba infiltrando la música y el liderazgo se hacía cada vez más obscuro y hereje en su trato con la gente. Las crecientes crisis entre estos líderes y mi padre se intensificaban en 1969. Como joven me di cuenta de que nuestro tiempo se acortaba en la denominación y para 1971, mi padre, aunque había nacido en ella, la abandonaba para unirse a otra denominación Pentecostés más pequeña. Los líderes de ésta le pidieron a mi padre que empezara una universidad bíblica. Yo también dejé la antigua denominación y fui pastor de una iglesia de esta última. Pero después de tres años se hizo evidente que los dados se tiraban a la mesa y que la pequeña denominación empujaba para abrirse paso y ganar una posición sólida dentro de la creciente popularidad del movimiento Carismático. Así que, en 1974, junto con mis queridos padres, dejé por completo el sistema Pentecostés, entonces “Foundations Bible College & Church” (la Universidad Bíblica e Iglesia “Fundamentos”) se convirtieron en la visión de los peregrinos Spence. Tenía yo en esos días, 25 años de edad. Dicho lugar se convirtió en un ministerio donde pudimos decir todo lo que era verdad sin el temor de la condenación eclesiástica. La Palabra de Dios iba a tener libertad entre nosotros.

Cómo Conocí al Movimiento Fundamentalista

El único organismo o movimiento que vimos sostener y defender la fe en contra de la creciente apostasía mundial en las iglesias institucionales, fue el Movimiento Cristiano Fundamentalista. Mi padre fue salvo en el Colegio Bob Jones (ahora Universidad) al finalizar los años 40 y era amigo de la familia Jones, así como también del Dr. Rod Bell. Estamos endeudados con ellos por el amor cristiano que nos brindaron y por abrir sus corazones en comunión hacia nosotros en ese tiempo. Aunque que mi padre ya conocía a estos hombres y había predicado en el Congreso Mundial del Fundamentalismo en Edinburgo, Escocia en 1976, yo apenas entraba a esa comunión con poco entendimiento acerca de su pasado y presente. Mi joven corazón fue profundamente impresionado al verlos sostener y defender públicamente la fe cristiana en contra de la apostasía, y al oírlos condenar abiertamente aquellas cosas que destruían el cristianismo en todo el país. Los líderes de mi denominación anterior ya se habían quedado por varios años sin una voz como ésta; ciertamente fue refrescante oírlos.

La manera en que conocí este movimiento a través de la letra impresa fue a través de los escritos de George Dollar, particularmente a través de su libro titulado Una Historia del Fundamentalismo en Estados Unidos. Su definición del movimiento Fundamentalista fue clara y directa: “El Fundamentalismo Histórico es la exposición literal de todas las afirmaciones y actitudes de la Biblia y el desenmascaramiento militante de toda afirmación y actitud no-bíblica”. Mas al leer su presentación sobre la historia de este movimiento, nunca hallé el “corazón” del Fundamentalista. El libro ciertamente presentaba los hechos, fechas, personalidades y detalles históricos, pero pareció faltarle el “espíritu”, y repito, sin “corazón”. No fue sino hasta el Congreso de Cristianos Fundamentalistas en 1986, en la publicación del Dr. David O. Beale, que encontré lo que andaba buscando en este legado precioso e histórico en el cual yo había ingresado. Su mismo título, In Pursuit of Purity (En Búsqueda de la Pureza) habló grandemente del valor espiritual que marcó el pasado de este movimiento. Es importante que cite varios enunciados del primer capítulo de dicho libro, que ayudan a definir al Fundamentalismo:

Idealmente, un cristiano fundamentalista es aquél que desea alcanzar en amor y compasión a la gente, que cree y defiende toda la Biblia como la Palabra de Dios absoluta, inerrante y de autoridad, y que permanece fiel al cometido de enseñar y practicar la santidad.
No es ésta siquiera una mera exposición literal de la Biblia. La esencia del Fundamentalismo es mucho más profunda que eso—es la aceptación, sin hacer excepciones, de una obediencia a las Escrituras.
Históricamente los Fundamentalistas se han esforzado progresivamente por lo que ellos ven como pureza bíblica. Ésta no implica una creencia en el perfeccionismo, sino que su meta ha sido una posición tan consistente como ha sido posible con la doctrina de la santidad. Tal distintivo doctrinal colocó firmemente al Fundamentalismo histórico lejos del centro de la religión organizada. Este estudio revela que antes de 1930 el Fundamentalismo fue no conformista y después de 1930 ha sido separatista. Al igual que los Puritanos ingleses, los primeros Fundamentalistas americanos trataron de purificar o purgar a las denominaciones desde adentro. Así como los Separatistas ingleses, las generaciones subsecuentes surgieron y empezaron de nuevo. La posición separatista en sí, de alguna manera se solidificó completamente como un movimiento distinto y militante hasta los años 50.
El Fundamentalismo siempre ha abrazado y defendido las doctrinas cardinales del cristianismo tradicional, y como movimiento, ha sido caracterizado por un énfasis sobre la doctrina y la práctica de la santidad, una santidad completa que incluye tanto el aspecto personal como el eclesiástico . . . Ahora ven la doctrina de la comunión bíblica como fundamental, y parte inherente de la doctrina de la santidad absoluta de Dios: la separación (santificación) del mundo, de la falsa religión y de toda práctica de desobediencia a las Escrituras.
Antes de 1930, el Fundamentalismo se había separado primordialmente de la mundanalidad, y el Fundamentalismo de los 1930’s y 1940’s se había separado principalmente del modernismo, el Fundamentalismo de mitad del Siglo XX había llegado a la convicción de que, al enfrentar a un nuevo enemigo dentro del campamento, también tenía que separarse de los evangélicos desobedientes. Con la seguridad de la enseñanza explícita de Mateo 18:15-18 . . . junto con otros pasajes, les obligaba a retirar su comunión de sus hermanos neo-evangélicos a la luz de su continua rebelión deliberada . . . Consecuentemente, el Fundamentalismo se convirtió en el blanco principal del ataque de los neo-evangélicos.

Estas palabras pusieron a salvo el hecho de que la pureza de corazón, de vida, de doctrina y de los métodos, fueron los ingredientes que marcaron a este precioso movimiento que surgió a mediados del Siglo XIX entre hombres que deseaban limpiar a sus propias denominaciones del liberalismo y modernismo. Pero a mitad del Siglo XX observamos que los sistemas de sus iglesias se negaban a retornar al camino de las Escrituras, y la única cosa que el remanente podía hacer era salir de los sistemas y volverse peregrinos. Al continuar esta corriente, se hizo evidente que otros se encontraban en la misma situación religiosa que nosotros; ésta era la descripción de lo que le había pasado a mi querida familia. Verdaderamente encontramos en el movimiento Fundamentalista un mismo espíritu en Cristo.

Música de los Primeros Fundamentalistas

Debido a que el Fundamentalismo es un movimiento, tiende a ser fluido en su progreso con la posibilidad de que varios manantiales salgan eventualmente de él. La dirección de cada manantial depende de las respuestas de los individuos dentro del movimiento. Ya hemos visto un rompimiento al final de los años 40 y comienzo de los 50 y tal vez seremos testigos de otro manantial en un futuro no muy lejano. Al principio de su historia, la influencia del Fundamentalismo trascendió denominaciones. Había una variedad de distintivos representados en aquellos que se identificaron con este movimiento. Pero todos ellos se adhirieron fuertemente a las “verdades fundamentales de la fe cristiana”, que vendrían a ser los principios que protegerían sus distintivos. Debido al transfondo histórico y denominacional de muchos de sus adherentes, el legado de la música del Fundamentalismo en sus albores se encontró en los himnos históricos de la Fe Cristiana, específicamente los grandes himnos de la Reforma Protestante y los himnos del siglo XVIII. El himnario de los primeros Fundamentalistas estaba compuesto por aquellos himnos que loaban a Cristo, Su Sangre, la Cruz, la Trinidad, la Expiación, las verdades fundamentales y la vida cristiana. Los distintivos de las diferentes iglesias cedieron ante estos himnos de gran verdad.

Pero a mediados del Siglo XIX había este mensaje evangélico creciente, que surgía especialmente en el Tercer Gran Avivamiento (al finalizar los años 50 y 60) dando nacimiento al himno evangélico. Su melodía fue un poco diferente a la de los himnos tradicionales de la iglesia e incluso su letra fue de una naturaleza más personal. Satisfizo al hombre común y corriente con su sencillo entendimiento de Dios y de Cristo. Aunque Charles Wesley escribió muchos de sus himnos para los mineros de las minas de carbón quienes eran parte del hombre común y corriente de su tiempo, su propósito era “elevar” a esta gente hacia la verdad. El hombre sencillo se podía hallar cantando estas melodías y letras vigorosas. Pero hubo un movimiento a mitad y a finales del Siglo XIX (principalmente debido al énfasis de D. L. Moody en el evangelismo, al movimiento de la Escuela Dominical y a la creciente influencia de la YMCA), que quiso simplificar el canto y hacer el mensaje más compatible con el nivel de entendimiento de la audiencia. Un corazón sencillo necesitaba un cántico sencillo. Declaramos una vez más que no estamos haciendo menos la obra del Señor durante este período de la historia, ni juzgamos a los hombres de Dios que predicaron el Evangelio en dicha era. Hubo una diferencia entre la predicación del siglo XVIII y la predicación del siglo XIX; de igual modo existió una diferencia en la música de la iglesia durante estos dos períodos. No podemos decir que a la música del siglo XVIII le faltó calor, ya que el mismo término calor fue claramente la marca de su música, especialmente la de Wesley. Era viva y vibrante; tuvo la vivacidad que les faltaba a las iglesias muertas de Inglaterra en ese tiempo. Había en dicha música el poder en su mensaje y en su melodía. Tal vez ésta es la diferencia: el énfasis sobre el evangelismo de la mitad y el final del Siglo XIX, con el fin de alcanzar al inconverso, estaba inconscientemente retirándose de la profundidad del pasado. No hay nada malo en esto, a menos que tales cánticos se conviertan en la dieta musical exclusiva del pueblo de Dios. Incluso hoy, nosotros no rechazamos los coritos cristianos para niños; pero si se vuelven la forma principal de música cristiana, creyendo que la gente no puede aceptar algo más profundo, entonces estos coritos afectarán la profundidad de la vida cristiana asentándola en la superficialidad. Incluso Isaac Watts escribió música para niños con melodías fáciles para cantar, mas las palabras estaban llamando constantemente la atención del niño hacia un entendimiento más profundo acerca de Dios.

Al reflexionar sobre mis años en el movimiento Pentecostés, me doy cuenta que la vasta mayoría de los himnos que sus iglesias cantan fueron compuestos al finalizar el Siglo XIX. Era raro oír un himno escrito antes de ese tiempo: “And Can It Be” (La Maravilla de Su Grande Amor), escrito por Charles Wesley era un himno que no se cantaba en esas iglesias. La dieta Pentecostés consistía exclusivamente de himnos evangélicos más fáciles y ligeros con algunos cantos de los tiempos de Vaughan, Stamps y Baxter (que eran muy superficiales y a menudo no bíblicos en su mensaje). Como no fueron Fundamentalistas, su música no es parte del legado Fundamentalista.

Debemos tener en cuenta que el Fundamentalismo nació en la agonía de la batalla en contra de la apostasía doctrinal y práctica. Esta lucha no fue acerca del evangelismo. Aún los himnos escritos en días pasados, que estos hombres Fundamentalistas estaban cantando, eran parte del armamento que estaban usando para luchar en contra del liberalismo y del modernismo. Estos himnos fueron parte del legado que trataban de proteger del enemigo. El Evangelismo era otra cosa y es triste decirlo, a menudo estorbó el paso de aquello que era crucial en aquel entonces. D. L. Moody fue un buen hombre piadoso, pero hubo ocasiones en las que su sed de ganar almas y de hacer más grandes sus campañas evangelísticas, nubló el aspecto bíblico. El hecho de regalar un órgano a la Iglesia Católica Romana en Northfield es un ejemplo que viene al caso; además, algunos de los hombres que usaron su púlpito fueron hombres cuestionables. Sin embargo, su carga por las almas perdidas en Chicago y en otras ciudades pareció ser el gran motivo y el fuego de su corazón. Sankey escogía y cantaba los himnos que complementaban la predicación de Moody. Pero debe entenderse que Moody fue un evangelista, no un pastor que profundizara a los hombres en el conocimiento de Dios. Probablemente su obra más grande (aunque no fue visible, si fue la de más éxito) fueron las Conferencias Northfield para fortalecer tanto a pastores como a predicadores. Allí, los líderes ya convertidos fueron enseñados a “buscar” la llenura del Espíritu para tener poder en la vida cristiana. Los sermones más profundos que se predicaron ahí fueron predicados por hombres con vidas consagradas. Un mensaje a un inconverso puede ser diferente a un mensaje al convertido, en el énfasis de las verdades predicadas; de la misma manera, el mensaje musical también puede diferir en cuanto a énfasis se refiere. Pero cuando la música evangelística se convierte en la dieta constante del que ya es salvo, la profundidad espiritual se pierde o jamás se alcanza; esa falta de profundidad tendrá un efecto sobre el alma.

El principio del Siglo XX trajo consigo a dos músicos prominentes que contribuyeron a la fomentación del mensaje evangelístico: Charles McCallen Alexander y Homer Alvan Rodeheaver. Ambos ayudaron en las cruzadas evangelísticas, trayendo una nueva era a esta música y al cántico evangelístico.

Énfasis en el Evangelismo

El señor Charles McCallen Alexander fue diferente a Sankey en cuanto a su enfoque musical. Una de estas diferencias, fue su gran falta de formalidad en los cultos de avivamiento, dirigiendo los cantos con movimientos amplios de brazos y acompañando el culto con el piano en lugar de utilizar el órgano. El piano es un instrumento más informal para la adoración. Incluso hoy en día, el piano da una atmósfera más evangelística, en contraste con el ambiente de adoración que provee el órgano. Estas son algunas cosas que debemos proteger cuidadosamente al analizar la música de Ira Sankey: (1) No era un hombre llamativo ni dado a demasiada sobriedad ni a la ligereza o frivolidad durante los cultos de adoración. Fue un hombre, que con su buen espíritu, creyó que los cultos evangélicos eran tiempos de seriedad ya que las almas de los hombres estaban en un estado de vida o muerte. (2) También tocó el órgano, dando gran dignidad a la música que cantó. (3) No fue llamativo en su manera de cantar. (4) Muchos de los cánticos de hoy que se identifican con los tiempos de Sankey, tienden a ser cantados con un estilo rítmico diferente a aquellos días, y con un acompañamiento armónico.

Al observar cuidadosamente a los Fundamentalistas de hoy en día, y especialmente al ambiente espiritual de sus iglesias, debemos estar de acuerdo en que, de todos los períodos históricos del Fundamentalismo cristiano (desde mediados del Siglo XIX al presente), el que ha tenido la mayor influencia ha sido el último período “evangelístico”, en lugar del primero que fue un período profundo en cuanto a su doctrina. Debido a esto, las iglesias Fundamentalistas tienden a inclinarse hacia los himnos después de la era de Sankey, los cuales prevalecieron desde 1910 hasta principios de los años 40; este fue el período de los señores Alexander y Rodeheaver. Quizá esto puede ser un detalle útil para apreciar, el hecho de que en los primeros días del movimiento Fundamentalista, había más eruditos en Biblia de los que parece haber hoy. E incluso ahora, los cultos tienden hacia la informalidad y se basan en el evangelismo en lugar del contexto de adoración doctrinal de antes. Si alguno estudiara cuidadosamente los himnarios de la iglesias Fundamentalistas de hoy en día, los vería llenos de los himnos evangelísticos más sencillos, pocos de los himnos históricos de la iglesia y, siento mucho decirlo, varios de los cantos de Gaither, Carmichael, Rambo, Doris Akers, etc. Entre las muchas influencias que han producido todo esto, se cuenta la del Sr. Al Smith (compositor de música Fundamentalista), y su proceso de ceder en sus convicciones al pasar de los años en cuanto a la música que escoge para sus himnarios que serán usados en nuestras iglesias. Sí, el punto focal del Fundamentalismo ha cambiado, yéndose más hacia el enfoque evangelístico en lugar de la profundidad doctrinal, que era la necesidad de la iglesia a nivel mundial en el tiempo del nacimiento de dicho movimiento. Sin embargo, estamos en un período de la historia en que el entendimiento de la doctrina profunda es tan urgente como lo fue en ese entonces, y tal vez lo sea aun más ahora. En tiempos antiguos, los enemigos doctrinales eran el liberalismo, el modernismo, la evolución, etc. Estos enemigos se han mutado al ecumenismo, carismatismo, humanismo secular, e “ismos” similares; necesitamos por lo tanto tener himnos que presenten la doctrina de una manera franca y directa. La mayoría de himnos evangelísticos no hablan de asuntos doctrinales, sino presentan simplemente el mensaje básico para traer una persona a Cristo. Repito, estos himnos están bien para una campaña de evangelismo, pero no edificarán a los cristianos en una iglesia local ni los llevarán a su madurez espritual.

Permítame regresar brevemente a algunas observaciones sobre los días de los señores Alexander y Rodeheaver. Charles Alexander era dado a “aligerar” la atmósfera con chistes, bromas y entretenimiento a fin de mantener a la audiencia en un estado de superficialidad, en lugar de inculcar la sobriedad bíblica. No hay problema en la informalidad honorable, siempre y cuando sea en el tiempo adecuado; una constante atmósfera superficial en los cultos de adoración inculcarán en la congregación la idea de tratar las cosas de Dios “a la ligera”. Homer Rodeheaver trató de producir una atmósfera informal pero no al extremo del Sr. Alexander. Estoy seguro que la personalidad y manera de predicar de Billy Sunday influenció el enfoque de Rodeheaver. Aun así, Rodeheaver tuvo su manera singular de entretener a la audiencia. Con estas declaraciones, no estoy diciendo que estos hombres, sólo por el hecho de tener estos métodos, no eran de Dios; pero lo que debemos reconocer es que se estaba llevando a cabo un cambio. Se estaba creando una atmósfera del todo nueva para las campañas evangelísticas, incluso diferente a la de Moody y a la de sus contemporáneos.

¿Por qué las multitudes asisten a los conciertos Gospel por todo Estados Unidos hoy día? ¿Es porque buscan la Palabra de Dios contenida en los cantos? Puede ser que los cantos contengan versículos de la Biblia, pero la “envoltura” melódica es presentada en tal forma que no es “ofensiva” para el mundo, y realmente se ha vuelto un entretenimiento, más que una experiencia de “iglesia” o de “predicación”. Y a menudo, como la predicación se convierte en algo más superficial, la música se convertirá en el efecto paralelo de tal predicación. Jack Hyles se hizo notorio por mantener a la congregación riendo durante sus sermones. Él tenía la manera de presentar una declaración fuerte en cuanto a principios o convicciones, para después ablandarlas con una broma. Y sus Conferencias de Pastores incitaban a miles de predicadores que asistían, a imitar su manera de predicar. Mi padre declaró en tiempos pasados que Jack Hyles tenía el modo de “apoderarse emocionalmente” de su audiencia. Esto nos obliga preguntarnos acerca de las cifras evangelísticas que han acompañado a ese “ministerio”. De ninguna manera coloco a los hombres mencionados previamente en la misma categoría que a Jack Hyles, pues mi respeto hacia ellos es mucho más alto. Pero el ministerio del señor Hyles muestra cuán lejos hemos ido en el descenso de espiritualidad.

Una iglesia no puede edificarse sobre el evangelismo, sino que debe ser edificada sobre la Palabra de Dios. Si el evangelismo es la única fuente, la iglesia será una iglesia superficial y carnal sin la estabilidad para enfrentarse a la embestida furiosa de esta poderosa época. Si la predicación del púlpito se debilita, tolerará cánticos que son débiles en cuanto a melodía y mensaje (aunque el mensaje sea verdadero). Si nuestros cantos son sólo evangelísticos en naturaleza, o los arreglos que están surgiendo son “para relajarse” en cuanto a su disposición y espíritu, también traerán consigo el efecto de ablandamiento a cualquier verdad que la letra pueda contener. Ralph Carmichael escribió y arregló, hace algunos años, muchos de estos himnos con marcada disonancia, produciendo así un efecto suave y sin durezas, un sedante musical para el alma. Consiguió que la espada de la Palabra de Dios fuera envainada, haciéndola impotente ante sus oyentes. Sí, los directores de música pueden hacer que la Palabra de Dios se vuelva impotente, simplemente con la manera en que hagan el arreglo de un himno, la manera en que lo canten, o incluso la manera en que lo acompañen.

Una vez que una dirección “menos-que-la-mejor” se establece en el camino musical en una iglesia o movimiento, será tan sólo cosa de tiempo para que la música se vaya de lleno al “camino de toda carne”. Creyendo que tanto él como su familia mejorarían, Lot hizo su elección un día. Sin duda alguna ya se había convencido de que Abraham era demasiado dogmático en sus maneras, y que podría tener éxito en la vida sin el sostén ni la amistad de su tío. Por supuesto, conocemos la historia muy bien: su primer paso para alejarse le llevó a dar el siguiente y así sucesivamente hasta que el séptimo paso lo llevó a la puerta como juez en Sodoma. Quizá al principio, en ciertas elecciones que se hagan en la dirección de un ministerio musical, no parezcan equivocadas, pues “hay camino que al hombre le parece derecho”. Mas el camino continúa hasta que después de un tiempo, algunos elementos inapropiados empiezan a surgir. Otros podrán verlos, hablar de ellos y preocuparse por ellos, pero el que está en ese camino, está subjetivamente demasiado envuelto en el asunto, y el hacer esta clase de concesiones, con el tiempo produce ceguera. Algunos individuos son tan prominentes a la vista pública que por dentro creen que no pueden admitir el hecho de retractarse y volver al buen camino, porque eso necesitaría arrepentimiento a nivel de liderazgo. Sería algo hermoso en verdad si Billy Graham confesara públicamente todas las doctrinas en las que ha cedido en sus convicciones. Pero incluso, si en algún momento de su vida vio sus errores, tendría que sacrificar todo lo perteneciente al “ego” para reconocerlos. Y, ¿cómo tomarán las multitudes que lo han seguido, esos cambios en este ceder de sus convicciones? El patrón parece ser, que hay un momento cuando el líder, al pensar de sí mismo y los logros de su ministerio, cree que no puede darse el lujo de arrepentirse de esos compromisos y cambiar la dirección que ha tomado, porque al hacerlo va a destruir su imagen pública y la gente ya no lo va a aceptar. Así que persiste en lo que está haciendo con la confianza de que (después de todo) todavía hay evidencia de que Dios bendice su ministerio, hecho que parece compensar todas sus fallas. Pero ese proceso finalmente lo llevará a la apostasía. Existe un punto en el cual, después de rechazar varios de los tratos de Dios a solas con él, la voluntad del hombre toma posición firme en la dirección que ha escogido, de la cual ya no hay retorno. La apostasía no existe sólo por renunciar a la doctrina; ésta puede surgir cuando se guardan las verdades fundamentales verbalmente, al mismo tiempo que la “práctica” se vuelve apóstata. Cuando las personas empiezan a hacer lo que en otro tiempo condenaron, en verdad sucede un cambio. Debemos decir que ésta fue la causa de la apostasía de Billy Graham. Confío y oro porque nosotros como líderes en nuestras esferas asignadas de ministerio no seamos atrapados en esta red interna de auto-destrucción.