Cuando Cristo vino a la tierra, vino a través de la línea Judía. La Biblia enfáticamente declara que Él es la simiente de los lomos de Abraham y de David. Su divina designación por el Padre Celestial fue que Él viniera a la tierra como Judío e invirtiera Su vida entre los Judíos de Palestina.
En raras ocasiones existen gentiles con los cuales Jesús se haya relacionado brevemente: la mujer Sirofenicia, una mujer Samaritana, y los griegos que vinieron a Verle. En Juan 10:16, Cristo le dijo a los líderes, “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”. Esta fue una declaración sorprendente: “tengo otras ovejas” (en tiempo presente) aunque ellas no lo hayan conocido todavía.
¿Quiénes eran aquellas otras ovejas? Esas “otras” ovejas eran los gentiles. Ellos debían ser un solo rebaño con los Judíos y tener un solo pastor. Observe las palabras del Apóstol Pablo en Efesos 2:14-18:
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Cristo hizo de los dos, Judíos y gentiles, un nuevo hombre. Porque en Cristo, ni Judíos ni Griegos, ni hombres ni mujeres, ni esclavos ni libres—todos son un solo rebaño.
El Vino en Odres Viejos
Existe una verdad muy importante que Jesús enseñó en Lucas 5 que debe ser cuidadosamente antes que continuemos analizando nuestro enfoque acerca de Cristo, de las Escrituras, y de los sistemas teológicos.
Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor (vss. 36-39).
Cuando Cristo vino a predicar Su doctrina, esta era vino nuevo, fresco. El gran peligro con este vino nuevo era que fuese depositado dentro de odres viejos. En otras palabras, Cristo advirtió del peligro de tomar Sus enseñanzas y depositarlas dentro de los odres viejos del Judaísmo. Es importante declarar que el Cristianismo no era la renovación del Judaísmo; nunca debía formar parte del Judaísmo. El Judaísmo era un sistema religioso en apostasía; la apostasía no puede ser avivada o renovada. Además, el Cristianismo nunca debía ser la forma final del Judaísmo. Este tenía su propia entidad; así que este no podía ser colocado dentro de aquello que era viejo y apóstata.
En la conclusión de esta parábola, Cristo hizo una aleccionadora observación: Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor. Aquí, Jesús reveló que la tendencia del hombre es no querer dejar un sistema antiguo de pensamiento. Los Judíos se habían dedicado a la tradición, y seria muy problemático para ellos cambiar a otro vino y aun a otro odre. El vino nuevo en este contexto seria Cristo.
El concepto de Jesús acerca de “un solo rebaño” para el Judío se convirtió en algo muy difícil de comprender “teológicamente” en los días de la iglesia Primitiva. El Judío pensaba que para que el Gentil pudiese conocer a Dios, tendría que convertirse en un prosélito del Judaísmo; el modo de vida del Gentil nunca podría convertirse en el modo de vida del Judío. El Judío requería la circuncisión par el hombre Gentil.
Ya que la iglesia comenzó entre los creyentes ¿Cómo podría una persona convertirse en seguidora de Cristo? ¿Tendría que convertirse primero en Judío? ¿Se convertiría en cristiano al convertirse en un prosélito Judío? En el libro de los Hechos es evidente que esto era un ajuste muy difícil de resolver por muchos hermanos Judíos. Existía la sutil y subyacente creencia que una conversión gentil era algo inferior a la conversión Judía. Esto hermanos verdaderamente tenían un problema con la perspectiva de Cristo acerca de “un solo rebaño” entre Judíos y Gentiles.
En Hechos 6, inicialmente leemos de la fricción entre las viudas griegas (Judías viviendo en un ambiente Gentil) y las viudas Hebreas. Aunque ellas eran viudas Judías, para un judío ortodoxo aun lo empañado de un concepto Gentil afectaba al Judío puro. En Hechos 10, Dios tuvo que preparar a Pedro para llevar el Evangelio completo a un Gentil llamado Cornelio. Cuando Dios le mostró a Pedro los animales inmundos y le dijo, “Levántate, Pedro, mata y come”, su respuesta fue “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás”. Dios respondió, “Lo que Dios limpió, no lo llames tu común” (Hechos 10:15b). Claramente Pedro tenía un problema con el asunto de los Gentiles.
Más tarde en Hechos 11 cuando Pedro regresó de Jerusalén para dar un reporte acerca de ir a los gentiles, “disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: ¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hechos 11:2-3). Este naciente sistema teológico de la circuncisión Judía aparece de nuevo en Hechos 15 dentro de la Iglesia: “Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos” (Hechos 15:1). Los Judaizantes eran aquellos que expandieron este nuevo sistema en la Historia de la Iglesia. Estos mezclaron el pensamiento humano Judío con la Revelación de las Escrituras. Ellos hicieron su sistema “humano” de salvación de igual valor que las Escrituras.
¡Cuán triste que varios buenos hombres del Nuevo Testamento nunca fuesen librados del vino viejo y de los odres viejos! Estas fallas continúan como secuelas del Concilio de Jerusalén en Hechos 15:
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? (Gálatas 2:11-14).
¡Oh la disimulación de este sistema teológico, y cómo es que afectó aun a algunos de los mejores hombres!
Aun más tarde, en Hechos 21, cuando el Apóstol Pablo (el único completamente libertado del sistema teológico del Judaísmo) vino a Jerusalén después de su tercer viaje misionero, el confrontó tal sistema de nueva cuenta:
A los cuales, después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley (Hechos 21:19-20).
Aquí, Jacobo, el medio hermano del Señor estaba aun atrapado en los viejos odres, esforzándose por colocar el nuevo vino del Cristianismo dentro del odre viejo del Judaísmo. Él proclamaba que aunque Pablo había entregado el Evangelio a los Gentiles que habían creído, los Judíos que se convirtieron a Cristo eran “celosos por la ley”, implicando con ello que ellos eran Cristianos más dedicados. Si, qué triste que algunos hombres nunca fueron libertados de su “sistema teológico” inventado humanamente, a través de una entrega total de su lealtad a Cristo y al verdadero Evangelio. En Juan 17 Cristo quiso que todos Sus discípulos fuesen uno; Cristo deseó esto no solo para tales hombres en aquellos tiempos sino también para aquellos que habrían de creer en el futuro (Juan 17:20-21).
Los Poderes de los Sistemas Teológicos en la Historia de la Iglesia
Así como la historia del Cristianismo comenzó a desarrollarse, las herejías continuaron surgiendo, de las cuales las Escrituras ordenaban a los hombres que se separasen. Primero, existieron los Judaizantes y los “hermanos desordenados”. Más tarde, existió la herejía del Arrianismo en el cuarto siglo, la cual negaba la deidad de Cristo. Atanasio, el hombre de Dios que defendió de pie su lealtad a las Escrituras y a Cristo, presionaba para que Arrio fuese denunciado y exiliado. Como consecuencias del Concilio de Nicea (325 d.C.), comenzaron a surgir grupos disidentes, algunos del verdadero remanente, y otros de grupos heréticos. Al término de ese siglo surgió la gran controversia entre Pelagio y Agustín sobre la doctrina de la depravación del hombre.
El surgimiento del dominio Católico Romano dio evidencia al poder que universalmente controló a la gente a través de su presentación de la doctrina de Cristo y de las Escrituras. Las Tradiciones de los Padres de la Iglesia prevalecían por encima de lo que las Escrituras declararan. Así que otro sistema surgió por parte de hombres religiosos bajo la apariencia de “antigüedad” o tradiciones, el cual fue un impedimento para poder conocer al verdadero Cristo y a las Escrituras.
El surgimiento de la Reforma Protestante trajo un rompimiento bíblico con Roma a través de una protesta formal en contra de sus herejías. Dos grandes temas fueron expuestos dentro de la Reforma: (1) La predicación de Cristo, y (2) La predicación de las Escrituras. El púlpito elevado tomaba ahora el lugar del altar elevado. ¡Sólo Cristo! ¡Sólo las Escrituras! De esas dos declaraciones temáticas, todas las demás creencias doctrinales del Cristiano habrían de fluir.
Estas doctrinas importantes incluían la preciosa doctrina de la gracia como una verdad monergística. La Reforma llevó a la realidad el derecho del hombre a servir a Dios y creer en Él para gobernar su conciencia. Tal hombre, armado con la Palabra de Dios se pudo poner de pie en contra de los concilios y papas. ¡Este era el clamor de tal momento de liberación! Tal liberación de conciencia le dio a Lutero el derecho de romper con Roma; pero también le dio a Zwingli el derecho de romper con Lutero; esto trajo libertad de conciencia a Carlstadt, a Juan Calvino, y después, a Jacobo Arminio.
Desde una perspectiva, la Reforma fue un movimiento providencial para romper con Roma permitiéndole a cada individuo creer lo que él quisiere creer a la luz de las escrituras. Al mismo tiempo, también se convirtió en un arma en las manos del Diablo para dividir el Cuerpo de Cristo sobre la tierra en escisiones y divisiones. ¿Cómo maneja un hombre tal libertad? ¿Cómo ve el hombre tal libertad a la luz del Cuerpo de Cristo? Esta nueva libertad trajo el nacimiento de un gran número de sistemas teológicos Protestantes y de la Reforma; tales sistemas pueden ser llamados “cuerpos de divinidad”.
De todos los principales métodos para estudiar teología, quizá el más subjetivo es Teología Dogmática. Teología Dogmática es el estudio de teología desde la perspectiva de los concilios de hombres, dogmas, y credos. Es lo que ellos han llegado a creer que es lo que las Escrituras enseñan. Aunque la Teología Dogmática es un estudio provechoso, nunca podemos igualar sus conclusiones a las de las Escrituras. Esta es una de las tantas razones por las cuales estamos en contra de los sistemas teológicos de Roma—tal sistema cree que los hombres de la Iglesia fueron infalibles en su interpretación y que sus escritos colectivos son co-equivalentes a las Escrituras. Cuando aparecían discrepancias entre las Escrituras y su sistema, ellos abrazaban su sistema.
Debemos recordar siempre que todos los sistemas teológicos fueron producidos por hombres quienes estaban confrontando a su generación y que trataban de “ocuparse en su salvación con temor y temblor”, al igual que lo estamos tratando de hacer nosotros con la ayuda de Dios. Aunque la libertad de conciencia delante de Dios es algo maravilloso, debemos tener cuidado de no hacer “infalible” cualquier sistema humano de pensamiento que se derive de esta libertad.
Uno de los grandes déficits que los sistemas teológicos han traído es la fricción y división que han causado dentro del cuerpo de Cristo. De acuerdo al escrito de Pablo a los Corintios, tal fricción y división son una gran señal de carnalidad dentro de la vida de un hombre o dentro de una iglesia. Al inicio de la primera epístola del apóstol a los Corintios declara lo siguiente:
Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo (1:12-17).
Los sistemas teológicos empezaron muy temprano en las mentes de hombres dentro de la iglesia. ¿Es acaso bíblico llamarnos según el nombre de un sistema de pensamiento? ¿Murió Armenio por nosotros? ¿Somos nosotros bautizados en el nombre de Calvino? Esta es la triste realidad del cristianismo caído; hemos sucumbido a aquello que es inferior al Evangelio de Cristo y a Su solo Evangelio. Puede decirse que Pablo le llamó su evangelio (Romanos 2:16), pero fue llamado así porque le fue dado por revelación y sus escritos formaban parte de las Sagradas Escrituras (II Pedro 3:15-16). ¡Esto no puede ser dicho de ninguna otra persona desde que el Canon del Nuevo Testamento fue completado! El hacerse llamar a uno mismo con un nombre humano aparte del de Cristo es irse a lo que es inferior y por debajo del Evangelio de ese Cristo. Aunque algunos hombres pudieron haber sido brillantes y contribuido grandemente en el entendimiento de la verdad, todos ellos se ven eclipsados cuando se trata de Cristo. Todas los demás escritos deben sumergirse dentro de las sombras cuando se trata de las Escrituras. Nuestro término fundamentalista no es un nombre de hombre; es un término que nos llama de regreso a las Escrituras.
Conclusión
Los hombres siempre han forcejeado sobre las paradojas de las Escrituras—dos principios aparentemente opuestos moldeados dentro de uno solo para traer el equilibrio de ambas verdades. Lutero habló acerca de la “justificación por fe” en el entendido que la sangre del Cordero debe ser aplicada, mientras que la perspectiva de Calvino acerca de la soberanía colocó el énfasis sobre la muerte del Cordero desde la fundación del mundo. La Biblia aclara ambas verdades: en Éxodo 12, no solo deber ser el Cordero sacrificado sino que también su sangre debe ser aplicada por fe sobre la puerta (Hebreos 11:28 protege esta parte de la paradoja). Quiza Juan Calvino enfatice en Hechos 27:22, 25: “Pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave . . . Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho”. En contraste, Arminio enfatizó en Hechos 27:31: “Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros”.
Tristemente, los sistemas han combatido para dividir la paradoja al tomar un solo lado de ella y destruir de este modo la enseñanza bíblica. Esta es la triste realidad de muchas controversias en la Historia de la Iglesia donde se forcejeó por una verdad paradójica; con la finalidad de probar un punto, la persona era presionada para escoger “o este/o aquel”. Nacieron las confesiones de los corazones de los hombres seguidas por modificaciones; esto es cierto con respecto a las muchas revisiones del escrito de Juan Calvino en su juventud (26 años) Los Institutos de la Religión Cristiana que fue presentado al rey de Francia por medio de los Hugonotes. Algunas personas serán leales a una revisión, otras se inclinarán por otra revisión. Al desarrollarse la historia, cada generación da su confesión y su modificación. Hoy en día, algunos todavía declararán que la obra de Calvino es la más grande personificación de la verdad “compilada por el hombre”, mientras que otros van más allá hasta proyectarla como un sinónimo del Evangelio.
“Probablemente” sea cierto que todo hombre terminará su vida dentro de un sistema, ya sea uno que él mismo haya forjado o que haya abrazado de alguien más. Triste es decir, que lo que en un tiempo eran distintivos de un sistema, comenzaron a entretejerse fuertemente para convertirse en fundamentos de la Palabra de Dios—algunos buenos, otros malos.
Pero la tragedia más grande son las divisiones creadas dentro del Cuerpo de Cristo. ¿Acaso los decretos de Dios recibirán la gloria por salvarnos? ¿O la muerte y mérito de nuestro bendito Señor recibirá la gloria por salvarnos? ¿Cuál será el clamor en el cielo: ¡Dignos son los Decretos! O ¡Digno es el Cordero! (Apocalipsis 5)? Ni siquiera los decretos de Dios pueden competir con el Hijo de Dios y Su intrínseca gloria y mérito de procurar nuestra salvación. ¿Son las Escrituras más grandes que el sistema? ¿Serán los sistemas teológicos los que estructuren mi predicación o serán las Escrituras? ¿Sobre qué reside mi máxima lealtad? ¿Acaso el Cuerpo de Cristo termina dentro de las limitantes de un sistema? ¿Acaso el Cuerpo de Cristo se extiende más allá de las limitantes humanas de los sistemas teológicos?
Existe únicamente un Buen Pastor Quien dio Su vida por Sus ovejas; existe únicamente un solo rebaño, y un solo Cuerpo. Aunque debemos recordar que la Reforma trajo libertad e independencia del Romanismo, también abrió las puertas para una interpretación individualista de las Escrituras. Por lo tanto, el Modernismo y el Liberalismo también se convirtieron en el pensamiento del sistema teológico dentro del Protestantismo. ¿Acaso algún día terminará el desarrollo de sistemas teológicos? ¿Es un Calvinismo de tres puntos, cuatro puntos, cinco puntos o siete puntos? ¿Acaso pueden dos Calvinistas estar de acuerdo en cada uno de sus puntos? ¿Podría decirse lo mismo acerca del Arminianismo? ¿Debe el Cristiano ser Calvinista o Arminianista?
Si usted destruye las paradojas de las Escrituras, las uniones hipostáticas, entonces usted estará destruyendo verdad. Pues la verdad es siempre equilibrada. Hemos llegado al tiempo en el campamento conservador en el cual los diferentes grupos están reuniendo sus fuerzas; cada hombre está siendo forzado a escoger entre un sistema u otro, creyendo que no existe otro campamento. Sin embargo, antes que los fundadores de esos sistemas vivieran, ya existía el Evangelio, y era el Evangelio el que salvaba las almas de los hombres. Cuando lleguemos al cielo no habrá ahí hombre digno de abrir el libro sellado con siete sellos. No, ni Pablo, ni Juan, ni la Virgen María, ni siquiera Lutero, ni Zwingli, ni Calvino, ni Arminio, ni Huss, ni el amado Wyccliff. No, nuestra lealtad será a Aquel que murió por nosotros, quien nos redimió, en cuyo Nombre fuimos bautizados espiritualmente, y Aquel por quién vivimos para darle gloria y honor eternamente y para siempre—el Señor Jesucristo. No hay poder en los sistemas porque todos ellos fueron formados por humanos. Pero gracias a Dios, hay poder en Cristo y en Sus Escrituras. Las Escrituras no son un sistema sino una completa declaración de la Verdad dada por Dios Mismo. ¡Ahí es donde mi lealtad debe permanecer!