Volumen 37 | Número 4 | Julio/Agosto 2009

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Ejercítate Para la Piedad


By Dr. H. T. Spence

Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. (1 Timoteo 4:7-8)

Los llamamientos en las Escrituras aparecen en un número de contextos peculiares y específicos y cubren todo el periodo de vida del cristiano. Existe el llamamiento de la conciencia de Dios que viene a la corta edad de un niño, gentilmente haciendo eco a través de una variedad de circunstancias señaladas por el Señor. Un llamamiento definitivo: “Venid a Mí” es aquel llamamiento que trae al alma al umbral del Nuevo Nacimiento.

Al continuar el cristiano en su caminar con Dios, existirá el llamado mandatorio “Porque no nos ha llamado Dios á inmundicia, sino á santificación” (1 Tesalonicenses 4:7). Las Escrituras también declaran llamamientos a ministerios específicos en la vida de uno; algunos de ellos podrían ser el llamado a ser pastor, predicador, maestro, misionero, o evangelista.

Entretejidos fuertemente a través de la Palabra de Dios, existen también mandatos expresados en llamado por gracia específicamente acerca de la vida de uno mismo en Cristo. Es un llamamiento-mandato con respecto a cómo se debe vivir la vida delante del Señor. Un ejemplo de un llamamiento-mandato como este se encuentra en 1 Timoteo 4:7 y resume toda la vida a un solo patrón espiritual respecto a la manera de vivir.

Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad.

Ejercítate A Tí Mismo

En el contexto de 1 Timoteo 4:7, el Apóstol Pablo llama a Timoteo a alejarse de la trivia que tiende a rodear la religión y lo atrae a este llamamiento crucial, “ejercítate para la piedad”. La palabra ejercítate es una palabra griega delicada que significa “quitar, o desnudar”. Es una metáfora para los corredores, para los luchadores, para aquellos en el atletismo en cuyos corazones y mentes debía haber una solución para sacar todas aquellas cosas que pudieran disminuir o dificultar las fuerzas y el poder dentro de la competencia o carrera. Es colocar a un lado cualquier constricción que pudiera estorbar el propósito de la persona. En este pasaje Pablo declara a Timoteo, “Tu debes permitir que la piedad sea el objeto de todos tus cuidados; debe a toda costa, ser el objeto de tu vida. Debes colocar a un lado todo aquello que te estorbe. Esto debe convertirse en el principio prominente de tu vida. Para llegar a ello, te exhorto para que te despojes de cualquier cosa que te pueda impedir llegar a este fin; tendrás que enfocar tu mente y atención en este aspecto de la piedad para tu vida”.

La segunda palabra que hallamos aquí es la frase a ti mismo. Mi primera preocupación espiritual como cristiano debo ser yo mismo. Quizá he sido llamado a predicar y a enseñar la Palabra de Dios como ministro del Evangelio. Quizá he sido llamado a derramar mi vida en la preparación de jóvenes para enfrentar el ataque de esta era perversa, corrupta, y apóstata. Pero elevándome por encima de las muchas horas al día – en las cuales física y mentalmente derramo mi vida en tal llamamiento – existe algo más elevado o de una naturaleza más grande: el urgente cuidado de mi alma. El evangelismo no se compara al valor de esta necesidad; una visitación regular nunca será un substituto válido de ello; el consumo del tiempo en los estudios nunca podrá reemplazar el cuidado diario del cuidado del alma en su relación con Dios.

Mi prioridad en la vida es mi espiritualidad personal delante de Dios. Tengo una carga espiritual por mi esposa y por mis hijos, pero una cosa que debe consumir mi vida en cada momento del día es la conciencia de que debo personal y privadamente prepararme constantemente para mi encuentro con Dios. No puedo invertir mi vida para inspirar a otros en Cristo si yo mismo no tengo inspiración dentro de mi mismo. Esta inspiración de Dios y para Dios debe estar controlando mi vida al tiempo que suplico que esto mismo se lleve a cabo en otros. El llamamiento del cielo y el mandato es para mí para que intensamente persiga la exaltación de Dios y de Su santidad en mi propio corazón.

La responsabilidad más grande que tengo es mi vida. Quizá pueda yo trabajar desmedidamente toda la semana en el ministerio del Señor; pero hay algo que se eleva por encima de cada persona a la cual yo amo, por encima de cada estudiante que yo enseño, y por encima de cada alma que yo ministro. Este algo es la prioridad de mi preocupación y carga espiritual para mi mismo y mi caminar con Dios. ¿Es acaso esto egoísmo? ¿O es acaso esto para el Cristo dentro de mí? El Apóstol Pablo declaró “Porque para mí el vivir es Cristo”. Tal declaración se refería al hecho de que Cristo era la constante manifestación de su vivir momento a momento, en cada día. Este hecho espiritual es una realidad cuando cada instante del día se vive en comunión con Dios. Esta es la manera más grandiosa de exaltar a Cristo en nuestra vida.

El Nuevo Nacimiento Bíblico y Su Vida

¿Hacia qué debe el cristiano ejercitarse? Es hacia la “piedad”. Este llamamiento-mandato demanda que yo me despoje delante de Dios, de todo aquello que compita o que me estorbe para que esta piedad pueda controlar mi vida. Tal clase de vida se encuentra en otro reino, un reino espiritual. Ninguna carne puede reinar o aspirar a este reino, porque ninguna carne puede gloriarse en la presencia del Señor. Jesucristo ha venido a reinar dentro de mi y Él es vida eternal dentro de mí. La filosofía contemporánea que controla la iglesia moderna hoy en día ha destruido el entendimiento total acerca de este asunto de vida eterna. Parece que la única cosa en la cual muchos están preocupados es que una vez que ellos mueran, vayan a entrar al ramo de la eternidad, o a una vida en la eternidad. Este es básicamente el mensaje del evangelismo moderno. La famosa pregunta es, “¿Si usted muriese este día, en donde viviría su eternidad?” Así que, el de ahora en adelante se convierte en una carga espiritual más grande en el evangelismo moderno, que la misma verdad de una vida en Cristo que pueda ser vivida en el presente en esta tierra.

La frase “vida eterna” en la Biblia no se refiere simplemente a la duración de vida o al hecho que viviremos eternamente. La vida eterna es una calidad de vida que debe vivirse en tiempo presente en esta vida. No es simplemente el hecho de que vaya a tener vida eterna en el futuro, implicando con ello que para poder poseer tal vida eterna, primero debo morir físicamente. Yo debo tener vida eterna en este preciso momento. No se refiere únicamente a una vida futura después del sepulcro sino también una vida en tiempo presente que tiene una calidad que no es de este reino terrenal. La vida presente del cristiano debe trascender tanto en pensamiento como en diario vivir, hacia el ramo espiritual en el cual Dios reside. La vida debe entonces ser vista desde la perspectiva de Dios, no desde la perspectiva de Adán. Este es el dilema de un cristiano verdadero que anda alejado del Señor – él se ha alejado de la calidad de la vida en Cristo y ha regresado a la vida temporal, terrenal, carnal, y mundana. Este cristiano ha dejado la esfera de la vida eterna.

¿Quién es Cristiano?

El entendimiento adecuado del término cristiano ha caído en situaciones difíciles. La iglesia contemporánea tiene su propia definición de lo que es un cristiano; sin embargo, es una definición falsa que ha permitido que casi todos los que asisten a alguna clase de iglesia utilicen este título. Existe únicamente una revelación infalible y definitiva de quién es cristiano, y esto se halla en la Biblia.

Los pasajes en los cuales encontramos la definición de Dios respecto a qué es ser cristiano, o lo que es “ser Nacido de Nuevo”, se encuentran en la Primer Epístola de Juan. Cada uno de los pasajes que ahí leemos se encuentran en tiempo perfecto, voz pasiva. El tiempo perfecto es una combinación del tiempo aoristo (el verbo cuyo tiempo es en forma de crisis) y el tiempo presente (el verbo cuyo tiempo es continuo). Así que, existió una crisis en el pasado en el Nuevo Nacimiento (Juan 3:3), pero la obra de esa crisis continúa en tiempo presente. El evangelismo moderno solo se contenta con la crisis y no con la continuación de esta divina obra en la vida.

La primera de las seis marcas de un cristiano nacido de Nuevo se encuentran en 1 Juan 2:29:

Si sabéis que él [Cristo] es justo, sabed también que todo el que hace [en tiempo presente] justicia es nacido de él [Dios].

Oh, esto es de gran importancia. No es el hecho de que nosotros hayamos profesado o lo que hallamos hecho por Cristo. El poder del nacimiento en Dios debe ser evidente en nuestra vida. Tal poder de nacimiento dará la evidencia de la justicia de Dios de manera continua en nuestra vida.

La segunda marca de un verdadero cristiano se halla en 1 Juan 3:8-9:

El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca [tiempo presente; este es su diario vivir/ su práctica] desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

Si este poder de nacimiento es verdaderamente dentro de la persona, él no tendrá como costumbre el pecado premeditado en su vida. ¿Por qué? “porque la simiente de Dios permanece en él”. Esta frase declara, ya sea que en el Cristiano, la simiente de Dios, permanece en Él, Dios; o que la simiente de Dios, la Palabra de Dios, permanece en el cristiano. Ambas interpretaciones serían correctas. El pecado premeditado es una excepción a la regla en la vida del cristiano. (leer 1 Juan 2:1).

La tercera marca de ser nacido de nuevo se presenta en 1 Juan 4:7:

Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama [necesito mantener esto en el contexto de los verdaderos santos de Dios], es nacido de Dios, y conoce a Dios.

De nueva cuenta, todo esto se encuentra en tiempo presente.

La cuarta marca de ser nacido de nuevo, Juan la declara en 1 Juan 5:1:

Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo [el Mesías, el Ungido], es nacido de Dios.

Una persona nacida de Dios da evidencia que cree que Jesucristo es Quien Él es.

La quinta marca de ser verdaderamente un nacido de nuevo se encuentra en 1 Juan 5:4:

Porque todo lo que es [o quien sea] nacido de Dios [en tiempo perfecto; el poder de la elección en tal hombre] vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.

Tal persona vencerá al mundo antes que ser atraído de nueva cuenta hacia aquello de lo cual él ha sido liberado.

La sexta marca se encuentra en 1 Juan 5:18:

Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado [no es su práctica el pecar premeditadamente; eso lo leemos en 3:9] pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca

Esta última marca reconoce que somos responsables, al menos en este contexto, de guardarnos a nosotros mismos. Se nos exhorta en Proverbios 4:23 “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón”. Porque de él mana la vida; En Judas 20-21 leemos: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios”. Existe un guardarse que yo no soy capaz de guardar, y que solo Dios puede guardar. Pero del mismo modo, existe un guardarse que Dios no guardará, debido a que es mi responsabilidad. Que esas marcas de un verdadero cristiano sean siempre evidentes en nuestro vivir.

Para La Piedad

El Apóstol Pablo nos exhorta a ejercitarse a uno mismo para la piedad. Este término piedad debe acompañarse de una presuposición bíblica, ya que algunos escritores han reemplazado tal término por la palabra religión. Típicamente, la gran mayoría de las personas de la Civilización Occidental podría responder con prontitud a la pregunta del cristiano: “Oh, yo soy una persona religiosa; yo creo en la religión”.

Existen dos etimologías para la palabra religión. La primera tiene el significado de “escoger de nueva cuenta”. La historia bíblica revela que la primera elección que el hombre hizo en el Jardín del Edén fue la elección de la carne, la elección alejada de Dios. Entonces cuando el hombre abraza la religión, él ahora está haciendo una segunda elección, no para la carne ni alejada de Dios, sino para Dios y hacia Dios. Una segunda etimología para la palabra religión enfatiza “un enlace o tejer de nuevo”. Isaías 59:1-2 declara que lo que rompe la comunión de Dio con el hombre, es el pecado del hombre: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”. El pecado fue la única cosa en el planeta que separó a nuestro Amado Señor de Su Padre. Cristo Lo llamó Padre al principio de la terrible experiencia de la cruz y al final. Pero cuando Él fue hecho pecado en el mediodía, Cristo no pudo usar ese título; el clamor fue “Dios mío, Dios mío” debido a que nuestros pecados Lo habían separado de Su Padre. El pecado tiene intrínsicamente el poder de separarnos de Dios. Aparte de Cristo, nosotros no tenemos esperanza; Cristo se convierte en la propiciación para nuestro pecado únicamente si nos volvemos hacia Él en arrepentimiento. La verdadera religión es retornar a Cristo. “Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”. Hebreos 10:22.

La palabra Griega piedad en 1 Timoteo 4:7 es eusebea, que significa “tener una vida muy devota para Dios”. La piedad es una conciencia de Dios en todo lo que hacemos y decimos. ¿Cómo puede una persona estar conciente de Dios en cada decisión que pueda tomar durante el día? Todos tendemos a tomar decisiones simplemente a través del yo, y tales decisiones en ocasiones son muy costosas y de alcance profundo. Por lo tanto, uno debe cultivar en su vida tal cosa en cada una de las decisiones que pueda tomar durante el día – sean cien o ciento cincuenta – siempre debe existir la conciencia en Dios (Proverbios 3:5-6). Debido a que el promedio de los cristianos profesantes no están concientes de la Persona de Dios en tales cosas, la piedad deja de ser una marca consistente en el carácter de sus vidas. Esto no significa que tal cristiano blasfeme o maldiga a Dios; simplemente significa que no vive en la conciencia de Dios en tiempo presente continuo. El pasado se ha ido; el futuro todavía no ha sido vivido. Solamente tenemos el tiempo presente en el cual vivimos; en ese tiempo presente es que debemos vivir para Cristo. Debemos tomar nuestras decisiones para Cristo; debemos orar para que Él esté con nosotros en ese mismo momento.

Si esta verdad no es parte de nuestro vivir momento a momento, entonces debemos cultivarla a través de todo el día. ¿Cómo puede uno cultivar tal cosa? Se presenta una revelación clásica después de aquella ocasión en que un hombre juntó leña en el día Sabbath (día de Reposo) (Números 15). El juicio fue apedrearlo hasta que muriera según la Palabra de Dios. El Señor entonces reveló inmediatamente a los hijos de Israel (Números 15:37-41) la necesidad de coser un “cordón de azul” en las franjas en los bordes de sus vestidos. ¿Por qué un cordón de azul en los bordes de sus vestidos? El pecado de este joven involucró el inclinarse y recoger leña en el día de Reposo, lo cual resultó ser una blasfemia a la ley de Dios. Así que la próxima ocasión que uno fuese tentado a inclinarse y recoger leña, tal persona pudiera ver el cordón de azul, como un recordatorio a un llamamiento a la piedad. Tres cosas debían venir a la mente: “para que cuando lo veáis (1) os acordéis de todos los mandamientos de Jehová, (2) para ponerlos por obra, y (3) seáis santos a vuestro Dios” (Números 15:39,40). ¿Cómo podría un “cordón de azul” cultivar la piedad hoy en día? Esto podría referirse a la colocación de versículos de las Escrituras en la puerta del refrigerador, o en los cuadernos de notas, o en los espejos, y aun en el tablero del carro. Estos pequeños recordatorios colocados estratégicamente en el camino de nuestra vida nos hacen un llamado y nos recuerda, ¿Has incluido a Dios en tus decisiones este día? Vendrá el día cuando estos “cordones de azul” nos ayuden a establecer una mente que permanezca sobre el Señor. Eusebea es una conciencia de Dios en todo, “muy-devoto” en todo momento.

Conclusión

El cristiano que tiene hambre de piedad debe orar a Dios para poder ser despojado de cualquier cosa y de todo aquello que vaya a afectar esta piedad. ¿Acaso el corazón persigue dinero, honor, algún trabajo en especial, etc.? ¿O acaso únicamente le interesa su yo? ¿Cuál es mi búsqueda en mi vida? Una variedad de cosas podrían estorbar en la vida cristiana evitando el ejercicio de la piedad: orgullo, ego-centrismo, predicación/enseñanza, exhortación debido a razones incorrectas, o el estudiar debido a motivos incorrectos. Debe llegar el día cuando Dios comience a despojarnos de todo aquello que nos estorba en la piedad. Podemos responder que no quedará nada de uno mismo si Dios desnuda nuestra alma. Bueno, pues es a este lugar al cual Dios desea llevarnos: para que a Sus ojos, “desnudos y abiertos a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13).

La piedad o la buena devoción también es algo específicamente atado a la palabra adoración. La adoración debe convertirse en la actitud del corazón momento a momento. La adoración comprende todo aquello respecto a lo cual el hombre le debe a Dios y que lo entrega a su Señor. La adoración a Dios es tanto interna como externa. Los hombres del Antiguo Testamento que cayeron sobre sus rostros delante de Dios revelaban una actitud eusebea de sus corazones. Sin embargo, también debe existir la adoración interna de amar a Dios y confiar en Él en todo momento, deleitándonos en Él, y aun doliéndonos profundamente cuando Le ofendamos. Eso también es eusebea. Aquellos que adoran a Dios son aquellos que Le dan el amor más intenso, el gozo más grande, el dolor más profundo, la fe más fuerte, el temor más reverente. Cuando Abraham llevó al Monte Moria al objeto de su más grande amor, su amado hijo, dijo a sus sirvientes, “yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (Génesis 22:5).

Esta “piedad” también puede ser asemejada a un centinela protegiendo la puerta o entrada principal, examinando a cada uno que intenta pasar a través de ella. ¿Por qué tal intensidad de protección? ¡Porque un rey habita dentro de ella! Hace algunos años mientras visitaba el Castillo de Windsor en un fin de semana cuando la reina Elizabeth II residía ahí, fui atraído por la presencia de un guardia vestido completamente con ropajes de soldado como un centinela puesto de pie junto a la puerta. El se paró de modo impresionante con una ametralladora en sus manos. Algunos metros más allá había dibujada sobre el pavimento una línea blanca acompañada por una señal obvia advirtiendo que nadie podía cruzar esa línea blanca. En ese momento, algunos turistas adolescentes comenzaron a jugar con el soldado como amenazando con que cruzarían dicha línea. El soldado permaneció de pie junto a la línea hasta que un adolescente la cruzó. Inmediatamente, la ametralladora bajó de sus hombros a sus manos al tiempo que con voz fuerte demandaba al joven que se colocara de nuevo detrás de la línea.

Uno puede maravillarse al ver que el soldado fue demasiado serio en ese asunto. Bueno, la razón es que había una reina detrás de la puerta, y había que protegerla a toda costa. Oh, que nosotros como pueblo de Dios podamos tener la tenacidad en el corazón de nunca permitir cosas insignificantes, cosas dolorosas, cosas tristes que lleguen a nuestra alma. Cuánto más victoriosa sería nuestra vida si fuese controlada por tal actitud de centinela vigilante, de pie a la puerta de nuestro corazón. Tal clase de vida clamaría a gran voz, “Rehúso permitir que alguna cosa perturbe a mi rey”. Eso es eusebea bíblica. Es la adoración de mi Dios en las mociones internas de mi corazón y en las acciones externas de mi vida. Es donde todos los brotes de mis afectos y conversaciones se llevan de manera clara; esto es piedad verdadera. Es mí vivir momento a momento en Su presencia—para Complacerlo.

Se eleva una advertencia en Ezequiel 43:7-8 para nosotros quienes vivimos en los Últimos Tiempos de los Últimos Días:

y me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre; y nunca más profanará la casa de Israel mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes, con sus fornicaciones, ni con los cuerpos muertos de sus reyes en sus lugares altos. Porque poniendo ellos su umbral junto a mi umbral, y su contrafuerte junto a mi contrafuerte, mediando sólo una pared entre mí y ellos, han contaminado mi santo nombre con sus abominaciones que hicieron; por tanto, los consumí en mi furor.

¡Este es el engaño del tiempo presente! La Iglesia Institucional cree que puede construir otro umbral para poder entrar al reino de Dios, otro poste de la Cruz erigida, u otra pared que nos proteja de una santidad total para nuestras vidas. Necesitamos paredes de separación bíblica establecidas en el Cristianismo hoy día, pero tenemos la tendencia de hacer nuestra propia pared y colocarla al lado de Dios.

El llamado es “Ejercítate para la piedad”. Que la piedad sea el precedente de todas nuestras acciones. Aun cuando lleguemos a la edad anciana, cuando el cuerpo este decayendo, que podamos siempre perseguir la piedad hasta el último momento de nuestra vida sobre la tierra, cuando aun en esas últimas horas de nuestra vida Dios continúe despojándonos de los trozos finales de estorbos para llevarnos a la completa realidad de Cristo en la vida.