Volumen 38 | Número 2 | Marzo/Abril 2010

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Caminando en el Espíritu: Romans 8:1–4


By Dr. H. T. Spence

Así como el cristiano llega a conocer “el Camino” que se encuentra en Jesucristo, de la misma manera él también debe saber cómo “caminar en el Camino”. Ese caminar debe ser un “caminar en el Espíritu”. Al desarrollarse la Epístola a los Romanos, detectamos 4 frases cruciales para este principio bíblico entre Romanos 5:12 hasta Romanos 8:39, las cuales resumen la carga teológica de Pablo. El pasaje de Romanos 5:12 hasta Romanos 6:23 está dominado por la distinción entre la vida “en Adán” y la vida “en Cristo”. Después, en el pasaje de Romanos 7:1 a Romanos 8:39 emerge otra distinción entre el caminar “en la carne” y el caminar “en el Espíritu”.

Debemos entender la relación de estas cuatro frases. Las primeras dos son objetivas, exponiendo nuestra posición: por naturaleza estábamos en Adán; ahora, por fe en la obra redentora, estamos “en Cristo”. Las dos últimas frases son subjetivas y se relacionan con nuestro “caminar” como un asunto de experiencia práctica, ya sea caminando “en la carne” o “en el Espíritu”. Las Escrituras lo dejan claro: las primeras dos nos dan únicamente una parte del escenario completo, por ello se requieren las últimas dos frases para poder completarlo. Con cuánta frecuencia pensamos que es suficiente el hecho de estar “en Cristo” para aprender después de algún tiempo a tratar de caminar el camino Cristiano el cual también debemos “caminar en el Espíritu” (Romanos 8:1, 4, 9). La frecuente repetitividad de la frase “el Espíritu” en la primera parte de Romanos 8, nos sirve para enfatizar que existe una profundidad en la vida cristiana que debemos conocer.

Distinciones en las Frases

Obviamente la “carne” está asociada con “Adán” y el “Espíritu” está asociado con “Cristo”. Cuando leemos Romanos 8, la pregunta de si estamos en Adán o en Cristo debe quedar establecida. En este capítulo, la carga espiritual es “¿Estoy viviendo en la Carne o en el Espíritu?” El vivir en la carne es hacer algo por mí mismo; cuando Adán tomó del fruto en el Jardín del Edén, él estaba actuando basado en sí mismo. El vivir en la carne es obtener fortaleza de la vieja fuente natural de vida que he heredado de Adán. De manera similar, el vivir o caminar en el Espíritu es obtener fortaleza de la nueva fuente de vida la cual encontramos en Cristo.

Debemos llegar al punto de observar que así como la carne y Adán están inextricablemente enlazados, de la misma manera lo están el Espíritu y Cristo. Es verdad que el viejo hombre fue crucificado en Cristo (Romanos 6:6). Por lo tanto, si no vivo en el Espíritu, mi vida cristiana será una contradicción: mientras que profeso estar “en Cristo” posicionalmente, yo habré elegido “caminar en la carne”, la vieja vida de Adán.

Por lo tanto ¿Cuál es el problema? A pesar de que yo tengo la verdad objetivamente, esa verdad objetiva debe ser hecha verdadera, subjetivamente—esto es llevado a cabo al vivir “en el Espíritu”. No tan solo yo estoy “en Cristo” sino también Cristo está “en mí”. Tal como un hombre puede respirar únicamente aire y no agua, de la misma manera Cristo habita y se manifiesta a Sí mismo en términos del “Espíritu” y no en la “carne”. Por lo tanto, si yo vivo “según la carne”, yo no estoy viviendo lo que yo soy—esto es, “en Cristo”. Mi experiencia en mi vivir no es la misma según mi posición delante de Dios. Con el fin de llegar a conocer todo lo que está “en Cristo”, yo debo aprender a vivir “en el Espíritu”. No podemos vivir “en Cristo” y “en la carne”, porque la carne es aquello que resulta de una vida “en Adán”.

En la batalla de Romanos 7, la persona “en Cristo” está intentando vivir “en la carne”, ese producto de Adán. Si uno está viviendo “en Cristo”, entonces el flujo de salida de tal vida debe ser aquello que sale de Cristo, un caminar “en el Espíritu”. Observemos la declaración de Gálatas 2:20:

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Esta es una frase muy importante: “y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. La vida que vivimos es únicamente la vida de Cristo. Aunque pensemos que la vida cristiana es una “vida cambiada”, quizá sea más que eso. Lo que Dios ofrece es una “vida intercambiada”, una vida substituida, y Cristo es nuestro Substituto dentro de ella. ¡Y vivo, pero no en mi yo, más Cristo vive en mí! Esta es un tipo de vida que nosotros no producimos; ¡la vida misma de Cristo es producida en nosotros! La Regeneración es la vida de Cristo que es plantada en nosotros por el Espíritu Santo en el Nuevo Nacimiento. Es una “reproducción”; esto significa que la nueva vida crece y se manifiesta de manera progresiva en nosotros, hasta que la misma semejanza de Cristo comienza a ser reproducida en nuestras vidas.

En Gálatas 4:19 leemos: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Pablo nos habla acerca de él dándolos a luz nuevamente, debido a que ellos tienen la tendencia de seguir otro evangelio, y Pablo necesita traerlos de regreso “hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Este verbo expresa la necesidad de un cambio en su carácter interno y una conducta que corresponda a la condición espiritual interna, la conformidad a la Persona de Cristo. Había muy poco de Su belleza en sus vidas. La palabra vuelvo nos dice que en algún tiempo Cristo era clara y abundantemente evidente en la vida práctica de ellos. Ahora Cristo no era visto en la vida de ellos. La voz pasiva del verbo formado, nos dice que el Señor Jesús habita en el corazón del cristiano de manera pasiva, y por ello no se expresa a Sí mismo a través de tal cristiano. Cristo le ha entregado tal ministerio al Espíritu Santo. El Espíritu Santo no pudo ministrar al Señor Jesús a los Gálatas y a través de ellos, en una medida plena. Esto convierte la poderosa verdad en Gálatas: la necesidad del Espíritu Quien da forma, Quien manifiesta tanto el carácter como la expresión de Cristo en la vida. Cristo ha entregado esta autoridad al Espíritu Santo Quien glorifica internamente a Cristo.

Gálatas 5:16 declara “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.”. ¡Qué verdad tan grande nos escribe Pablo aquí! Si caminamos en el Espíritu, entonces no (con una doble negativa en la gramática griega) satisfaremos los deseos de la carne. Cuando tenemos respuestas equivocadas en la vida, tal como la ira, amargura, impaciencia, ¿deberíamos orar únicamente por un cambio de espíritu, de actitud, o de nuestras maneras? ¿Debo buscar algún don especial de la gracia de Cristo para corregir esto? ¡No, lo que necesito entender es que necesito más de Cristo! ¡Cristo debe ser mi paciencia! ¡Él debe ser la vida en la cual yo vivo! ¡Yo quiero que Él viva Su vida en mí! 1 Corintios 1:30 nos dice, “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención”. ¡Él se convierte en lo que yo necesito! Él se convierte en amor, humildad, dominio propio, y santidad; ¡Él fue hecho todo eso por mí!

¡Debo crecer en la gracia en Cristo diariamente! Todos los verdaderos cristianos tienen al mismo Cristo dentro de ellos. La revelación de alguna nueva necesidad espiritual nos guiará a confiar en Él para poder vivir Su vida en nosotros en ese asunto en particular. ¡Cristo es mi vida! ¡Él es el secreto de mi crecimiento! “¡Señor, yo no puedo hacerlo; por lo tanto, ya no voy a intentar el llevarlo a cabo!” Esto no es pasividad; ¡esto es la vida de Cristo muy activa en mí! Una vez más, ¡Cristo es mi vida!

La Ley del Espíritu de Vida

Romanos 8:2 habla acerca de “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”. Este es un principio gobernante que debe dominar nuestras vidas una vez que estemos “en” Cristo Jesús. Es el principio gobernante del “Espíritu de vida”.

Se nos dice en el versículo 1: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. El lector puede preguntarse por qué esta declaración no está colocada desde antes en Romanos 5:1. Debemos darnos cuenta que existen dos tipos de condenación: La primera condenación es aquella delante de Dios como resultado de la culpa por nuestros pecados. La segunda condenación es aquella que se levanta delante de mí mismo. Cuando veo que la Sangre de Cristo ha satisfecho a Dios, entonces sabré que mis pecados son perdonados, y no hay más condenación para mí delante de Dios. Aun así puedo conocer la derrota (Romanos 7); el sentido de condenación interna en este aspecto puede ser muy real. Si he aprendido a vivir por Cristo como mi vida, entonces no hay condenación. La mente del Espíritu de vida y paz (Romanos 8:6) debe ahora controlar mis pensamientos; no existe guerra civil dentro de mi mismo tal como lo hallamos en Romanos 7.

Con cuánta frecuencia el cristiano “carnal” vive en la lucha de ambos hombres: el Viejo Hombre y el Nuevo Hombre. De acuerdo a la primera parte de Romanos 7, a esto se le llama adulterio espiritual. Con el propósito de estar casado, según la ley, con un segundo esposo, el primer esposo debe morir. Para que el cristiano pueda llegar a un amor total por Cristo, ese primer esposo, el Viejo Hombre (Romanos 6:6) debe morir. ¿Qué existe detrás del sentido de condenación de Romanos 8:1? ¿Acaso no es la experiencia de derrota y el sentido de desesperanza por hacer algo al respecto?

Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.
Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. (Romanos 7:19-25a).

Con cuánta frecuencia los comentarios de la Biblia se refieren a este hombre de Romanos 7 como alguien que es inconverso. ¡Al contrario, este hombre se deleita en la ley de Dios en su hombre interior! Esto no puede ser una verdad en el pecador. Este es verdaderamente un hombre en el camino de Cristo, “en Cristo”; sin embargo, él no ha llegado a la “ley (como principio gobernante) del Espíritu de vida en Cristo Jesús” lo cual lo ha hecho “libre de la ley (como principio gobernante) del pecado y de la muerte”. Este cristiano carnal no puede llevar a cabo las cosas que desea realizar; no puede hacer lo bueno y lo correcto que él desea hacer. Aun en Romanos 8:8, cuando se habla del cristiano carnal, observamos, “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”. Esto no puede referirse a la carne física, porque entonces ninguno podría complacer a Dios; más bien, esto se refiere al principio gobernante de la carne como el que controla nuestra vida. No debe existir un “no puedo” cuando yo vivo “en Cristo”; porque ¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece! ¿Cómo podría haber dicho esto Pablo? En Romanos 8:2, la ley del Espíritu de vida ha sido comprobada que es más fuerte que otra ley llamada la ley del pecado y de la muerte. Yo debo ser puesto en libertad de una ley para poder ser controlado por otra ley. Estando en Cristo, entonces una ley diferente debe gobernarme— ¡la ley del Espíritu de Vida!

Ahora debe existir la manifestación de esta ley de vida en el Espíritu. Ciertamente la “voluntad” del hombre juega un papel importante. Este asunto de la “voluntad” fue el problema en Romanos 7: la voluntad era hacer lo bueno, pero todos sus hechos eran contradictorios (Romanos 7:18b). Aunque él tomó la decisión en su mente e hizo todo lo que pudo por complacer a Dios, esto lo guió únicamente a una peor miseria. ¡Ese es el punto! Muchos cristianos hacen el esfuerzo por conducirse por sí mismos en el poder de su voluntad, y luego piensan que la vida cristiana es de lo más exhaustivo y amargo, como un coche sin gasolina, el cual tiene que ser siempre empujado. El Espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.

¿Por qué los hombres utilizan el poder de su voluntad para agradar a Dios? Una razón podría ser que ellos no son nacidos de nuevo todavía; por lo tanto, ellos no tienen una nueva vida de la cual puedan ellos tomar. Pero de la misma manera, ellos podrían ser nacidos de nuevo pero no han aprendido a beber de tal vida, o a vivir confiando en ella. Su falta de entendimiento resulta en una falla habitual y en pecados continuos, llevándolos a un lugar en donde ellos casi cesan de creer en la posibilidad de poder vivir mejor.

Romanos 6:23

Uno de los pasajes más mal interpretados de las Escrituras en el Nuevo Testamento ha sido Romanos 6:23. Siempre se le ha dicho a los incrédulos: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Debemos notar cuidadosamente que en cada ocasión en que la palabra pecado se utiliza desde Romanos 5 a Romanos 8, se refiere al principio de pecado, no al acto de pecado. En la gramática griega, la palabra viene acompañada del artículo definido, “el” pecado, el principio de pecado, o el principio gobernante de pecado. Pero ¿a quién se le dirige Romanos 6:23?... Romanos 6:23 está escrito directamente para el cristiano, específicamente para el cristiano carnal: ¡la paga “del” principio de pecado es muerte! Esto siempre guiará al cristiano hacia cosas mortales; es un principio de muerte en medio de la vida. El don de Dios —vida eterna— debe ser hallado en la santidad (Romanos 6:22); nosotros no queremos el principio de muerte internamente; nosotros queremos el Espíritu de vida en Cristo Jesús. Debo llegar a vivir esta ley que gobierna la vida en Cristo; si, es la ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús. ¿Acaso leemos la Biblia por obligación? ¿O existe hambre en nosotros? ¿Vivimos la vida cristiana basada en nuestros esfuerzos y sin la paz de Dios habitando en nuestros corazones?

Debemos venir a esta Nueva Ley que debe dominar y gobernar nuestras vidas. En Mateo 6, Cristo habló de las aves y nos urgió a considerar a los lirios. Ambos contradicen la ley (o principio gobernante) de la gravedad: las aves vuelan hacia arriba y los lirios crecen hacia arriba también. Las aves vuelan debido a que la “ley” de su vida es volar. La gravedad permanece, pero ellos han vencido la ley de la gravedad; la vida interior que domina sus consciencias los habilita para que puedan responder a la necesidad de volar. Cuando las pruebas vienen y emergen duras circunstancias en nuestra vida, ¿seremos atraídos a la carne o a la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús? “Considerad los lirios”. “¡Cómo crecen!”. “¡No trabajan!”¿Qué pasaría en nuestras vidas si tal ley tuviese el poder controlador sobre nosotros? ¿Podría esta ley controlar nuestros pensamientos? ¿Y nuestra inmadurez? ¿Y nuestra falta de sabiduría? ¿Y nuestras crudas maneras de ser? ¿Y nuestro sarcasmo? ¿Y nuestra falta de tacto para decir y hacer las cosas? ¿Y nuestra falta de ternura? ¿Y nuestro egoísmo? ¿Y nuestra propia voluntad? ¡Oh los cientos de detalles que la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús debe controlar!

Romanos 8:3-4 nos dice: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Este pasaje nos hace un llamado a “andar en el Espíritu”. Existen dos aspectos que se presentan en este pasaje: primero, lo que el Señor ha hecho “por nosotros”, y segundo, lo que Él ha hecho “en nosotros”.La carne es débil; consecuentemente, la ordenanza de la ley no puede ser cumplida “según la carne”. Esta no es cuestión de salvación, ¡sino de complacer a Dios!

Debido a nuestra inhabilidad, Dios tomó dos pasos. En primer lugar, Él intervino para tratar con el corazón de nuestro problema. Él envió a Su Hijo en la carne, quién murió por nuestro pecado, y al hacer eso, Él “condenó al pecado en la carne”. Por decirlo de alguna manera, Él llevó a la muerte representativamente todo lo que le pertenecía a la vieja creación en nuestras vidas, ya sea que le llamemos “nuestro viejo hombre”, o “la carne”, o el “yo” carnal. Así que Dios golpeó la raíz misma de nuestro problema al remover el suelo fundamental de nuestra debilidad. Este fue el primer paso. Pero aun así, “la ordenanza de la ley” necesitaba ser cumplida en nosotros. ¿Cómo podía llevarse a cabo esto? Requirió de una provisión aun más profunda por parte de Dios al enviar al Espíritu Santo a habitar dentro de nosotros, para que se encargara del asunto del hombre interior, lo cual Él puede llevar a cabo, y podemos vivir como se no dice, “nosotros andamos según el Espíritu”.

Conclusión

¿Qué significa el “andar conforme al Espíritu”? Primero, no es una obra; es un caminar. Infructuoso resulta nuestro esfuerzo en querer agradar a Dios cuando buscamos “en la carne” agradar a Dios. Por esto es que Pablo contrasta las “obras” de la carne con los “frutos” del Espíritu (Gálatas 5). El andar “conforme a algo” implica sujeción. Caminar según la carne es sujeción a la carne, rindiéndose a lo que dicta la carne (Romanos 8:5-8). Andar conforme al Espíritu es estar sujeto al Espíritu. Yo no puedo estar independiente de Él. Debo estar sujeto al Espíritu Santo. Ya no debe ser por mí, sino en el Espíritu Santo. Del mismo modo, se nos dice en Romanos 8:14 que es imperativo ser “guiados por el Espíritu de Dios”. Muchos de nosotros sabemos que Cristo es nuestra vida. Aunque muchos profesan que el Espíritu de Dios vive dentro de ellos, ¿Por qué es que tal hecho parece tener tan pequeño efecto sobre sus conductas?

¿Qué controlará nuestras vidas como cristianos profesantes? ¿Qué va a controlar nuestro espíritu, nuestro estado de ánimo, y nuestras pruebas? ¿Será la Carne la que controle nuestro estar “en Cristo” o será el Espíritu quien lo haga? Algunos cristianos pueden tener una disposición inclinada a entrar fácilmente a una desesperanza, pero no permita Dios que dejemos que tal disposición controle nuestra vida cristiana. Algunos tienen la tendencia a la crudeza cuando hablan con otros, o a la brusquedad, o a ser autoritarios con la gente, o a decir cosas que no debieran ser dichas en el tono en que fueron dichas. ¿Cómo nos llevamos con los que nos rodean? ¿Qué podemos decir de nuestras conversaciones acerca de otros o de ciertas miradas que no son dignas de un cristiano. Notemos lo que dice Efesios 4:29-32:

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Que Dios nos habilite para “vivir” en el Espíritu, para “andar” conforme el Espíritu, y “orar” en el Espíritu. Que seamos librados del poder de la carne para no contristar al Espíritu Santo. Gracias a Dios por el Camino, y el camino dentro del Camino, y el privilegio de caminar según la “ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”.