Volumen 39 | Número 4 | Julio–Septiembre 2011

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Daniel: Un Hombre Con Profecía


By Dr. H. T. Spence

Ningún otro libro en la Biblia ha sido atacado como el Libro de Daniel. Desde los tiempos de Porfirio de Siria, hace alrededor de 1,700 años atrás, este libro ha estado en el ojo de la crítica. Porfirio clamaba que en lugar de haber sido escrito por Daniel alrededor del año 533 a.C., fue una falsificación escrita en el tiempo de los Macabeos alrededor del año 168 a.C. después de Antioco Epífanes (cuya apariencia es claramente dicha de antemano en el libro), con el propósito de confortar a los judíos en sus tiempos de pruebas. Irónicamente, la traducción de la Septuaginta (el Antiguo Testamento en Griego) del año 258 a.C. incluía el Libro de Daniel, más de 100 años antes que los críticos hablaran de su escritura. Josefo, quien escribió después de la destrucción de Jerusalén, en el año 70 d.C., relató acerca de los incidentes de Antioco Epífanes; él dice que aconteció “de acuerdo a la profecía de Daniel la cual fue dada 408 años atrás”. También tenemos un incidente específico que Josefo describe. Cuando Alejandro el Grande, quien se predice en las profecías de Daniel (capítulo 8), llegó en el curso de sus conquistas a Jerusalén en el año 322 a.C., el sumo sacerdote Jaddua le mostró la referencia de él mismo en el Libro de Daniel. Esto agradó mucho a Alejandro el cual perdonó a la ciudad (lo cual significa que fue escrito antes del año 322 a.C.). Una vez más, Ezequiel, quien fue contemporáneo de Daniel y menciona a Alejandro en Ezequiel 14 dos veces y una vez más en Ezequiel 28.

Un Libro de Profecía e Historia

La Biblia no es como todos los demás libros de religión, en el aspecto de que basa su autenticidad, autoridad, e inspiración sobre la profecía. Todos los demás libros de religión no contienen predicciones acerca del futuro. Si así lo hiciesen, y las profecías no fueran cumplidas, los libros tendrían que ser descartados. La profecía es historia escrita anticipadamente comprobando el conocimiento de Dios por adelantado. Así que, leemos en Daniel 2:45, “El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación”. La profecía tiene dos aspectos: es descriptiva y es predictiva. Los profetas predecían y también presagiaban. El Espíritu Santo les dio percepción y discernimiento por adelantado. El Apóstol Pedro declaró en 2a Pedro 1:21, “Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. Se ha estimado que existen 8,145 profecías en la Biblia. La profecía en las Escrituras parece tener 5 requerimientos como mínimo: (1) Debe ser conocida antes de su cumplimiento; (2) Debe ir más allá de toda percepción futura humana; (3) Debe darnos detalles de los hechos; (4) Debe pasar cierto tiempo suficiente entre su publicación y su cumplimiento para excluir al profeta, o a cualquier parte interesada, de llevarla a cabo; y (5) Debe existir un cumplimiento claro y detallado de la profecía en cada detalle.

Cuando los hombres están en cautiverio, existe la necesidad de profecía, pues esta se convierte en un ancla de esperanza para sus almas en el futuro. Daniel era un hombre crucial para sus tiempos y su geografía. Esta es la razón por la cual su libro fue escrito en dos lenguajes, en Hebreo y en Arameo, los lenguajes de Caldea. El primer capítulo de Daniel está escrito en Hebreo, en un estilo muy parecido al utilizado en el Libro de Ezequiel. Los capítulos 8 al 12 también están escritos en Hebreo. Pero el pasaje de Daniel 2:4 hasta Daniel 7:28, están escritos en Arameo. El Arameo era el lenguaje más familiar en Babilonia y Medo-Persia. Daniel fue señalado por Dios para ser un sirviente eunuco para los líderes en dos imperios de la historia. Sus profecías hacia ellos tenían dos perspectivas, la perspectiva de ellos, y la perspectiva de Dios. Podemos ver esta verdad en la trilogía de profetas en ese tiempo: Ezequiel fue llevado en cautiverio a la parte del norte del Imperio Babilónico entre los esclavos en el Río Quebar; Daniel estaba en Babilonia; y Jeremías estaba en Jerusalén.

La Profecía de Daniel

AL inicio de su profecía, Daniel era un adolescente. Se nos dice que Nabucodonosor había tenido un sueño, y cuando Daniel fue llamado delante del rey, leemos su respuesta en Daniel 2:27–33:

Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama: Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser. Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porque en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación, y para que entiendas los pensamientos de tu corazón.

Dios le concedió a este rey un discernimiento acerca de los días venideros, comenzando por él mismo: los pensamientos que habían llegado a su mente acerca del imperio y lo que habría de pasar después. Daniel le dio la profecía de Dios según Nabucodonosor. Leemos en Daniel 2:1 que su espíritu estaba turbado, y se le había ido el sueño. Dios lo había llevado todo el camino a través de la historia de los poderes Gentiles hasta el fin– el fin del hombre. Pero al final del reino del hombre, el Dios del cielo habría de destruir el reino del Hombre y establecería Su propio reino. Nabucodonosor necesitaba saber esto: ¡No será el reino del hombre el que triunfe, sino el reino de Dios! El sueño que había visto el rey fue una imagen que era propiamente un hombre. Veinte años después, Nabucodonosor erigió una imagen de oro para sí mismo; la parte final del hombre en sus pies de la imagen de Daniel 2, será resuelto en Apocalipsis 3, cuanto el Anticristo y su imagen sean adorados.

La perspectiva de los reinos que tenemos más tarde en Daniel 7 y 8, es presentada desde la perspectiva del cielo y de Dios, no es la perspectiva de Nabucodonosor. El sueño del profeta involucra bestias, no a un hombre. Un león, un águila, un oso, un leopardo, y una bestia espantosa y terrible son las bestias que Daniel miró desde el cielo. También miró cuernos saliendo de la última bestia que se convirtieron en poderosas influencias hasta el Fin. En tiempos de apostasía los hombres de Dios miran bestias cuando los líderes del mundo se ven a sí mismos como cabezas de oro. En el capítulo 7 estas son bestias salvajes; en el capítulo 8, se refiere a bestias domesticadas. Las dos bestias domesticadas, el carnero y el macho cabrío, los cuales son los Medo-Persas y los Griegos, tuvieron una mejor actitud hacia Israel que Babilonia o Roma. Sin embargo, las profecías de Daniel no fueron únicamente para los Gentiles sino también para los Judíos, y por ello los capítulos y profecías que marcaron a su amada gente (capítulos del 9 al 12). Él fue un profeta para sus tiempos; fue un profeta para el mundo y para el pueblo de Dios.

Aunque los profetas fueron mortales, hombres de pasiones semejantes a las de los hombres a quienes fueron enviados, aun así fueron hombres cruciales con un mensaje crucial en tiempos cruciales. Ellos fueron una raza singular de hombres, hombres salvos, hombres redimidos, quienes tuvieron un corazón santo, y que fueron soberanamente escogidos por Dios para convertirse en Sus representantes delante de la gente. Ellos llegaron en tiempos cuando el pueblo de Dios estaba pasando por temporadas a la deriva, tiempos de neutralismo, de compromiso, y de apostasía. Se convirtieron en la consciencia despierta de un pueblo cuya consciencia personal estaba en apatía e insensibilidad para las cosas delicadas de Dios. Fueron hombres con profecía. Aunque la profecía en ciertos contextos bíblicos es una predicción y un presagio, en pasajes tales como 2a Pedro 1:20, 21, la profecía es presentada como la totalidad de las Escrituras. En 1a Corintios 14, el don de la profecía es la unción inmediata del Espíritu Santo sobre la predicación de la Palabra de Dios a las personas. Esta es la necesidad más grande en esta hora dentro del Cuerpo de Cristo: hombres con profecía, hombres ungidos con la Palabra de Dios. Necesitamos orar que Dios levante hombres que conocen la Palabra, quienes sean impregnados por ella en un tiempo en el cual no existe una visión completa de dicha profecía. Cuando tales hombres están ausentes, o sean pocos en número, eso se convierte en un juicio sobre cierta generación.

Estamos en tiempos en los cuales la “profecía” de los tiempos es muy popular tanto en libros como en televisión. Pero las profecías populares tienden a promover una perspectiva más grande de las naciones que la que tenemos acerca del pueblo de Dios, su situación apremiante, y el cautiverio en el cual están. Aun los hombres más conservadores cuyos ministerios son la promoción de profecía (tales como John Ankerberg y Jack Van Impe) están enfocados en Israel, la tierra de Israel antes que mirar las profecías de igual importancia con respecto al distanciamiento, el neutralismo, los poderes del compromiso, y la invasión de la apostasía entre el pueblo profesante de Dios. Es verdad, necesitamos pastores, pastores que estén debajo del Príncipe de los pastores, y evangelistas, y maestros. Pero la necesidad más grande en días de apostasía es la voz de profetas bíblicos clamando el mensaje necesario y la carga espiritual de la Palabra de Dios para el pueblo-el pueblo de Dios. Necesitamos hombres quienes se colocarán ante el rostro de Dios en profunda comunión como lo hizo Daniel. Necesitamos hombres quienes nos dirán lo que Dios quiere que escuchemos antes que lo que desean nuestros corazones carnales. Necesitamos hombres que nos den la Palabra de Dios lo suficientemente fuerte para convencernos, que nos digan nuestros pecados, y que nunca nos dejen solos sin decirnos cómo debemos vivir. Necesitamos hombres que nos adviertan acerca del poder de los afanes y del dinero, y de cómo tales cosas se levantarán como espinos que ahogarán la Palabra de Dios en nuestras vidas. Necesitamos hombres que no se marchiten bajo las intimidantes presiones de miembros de la iglesia que estén alejados de Dios así como de líderes religiosos. Necesitamos hombres que rehúsen estar en silencio cuando ellos vean que el pecado esté apoderándose de la nación, o de una comunidad, o de un movimiento, o de una escuela cristiana, o de una iglesia, o de una familia, o de una persona.

El mundo y la iglesia institucional condenará tales hombres de Dios; serán llamados por adjetivos que harían llorar al hombre común. Tales hombres serán expulsados de convenciones, privados de algo, intimidados, y aun se murmurará de ellos a sus espaldas con la finalidad de destruir sus reputaciones. Serán odiados por su espiritualidad, por sus estándares de vida, y por su vida separatista tal como Daniel vivió. La carnalidad, mundanalidad, y apostasía, odian profundamente a tales hombres en sus iglesias y movimientos. Ellos son vistos como “el espino al costado” que detiene el progreso y crecimiento. Debemos agradecer a Dios por cada pastor, por cada padre, por cada abuelo, o maestro, que se convierta en una voz de profeta para nuestras vidas morales.

Al acercarnos a la venida secreta de Jesucristo por Sus verdaderos santos, al ser testigos de la apostasía que rápidamente está apoderándose de la iglesia global e institucional, debemos orar para que Dios despierte jóvenes que sean consumidos por la Biblia, ¡La profecía de Dios! Debemos orar para que Dios les conceda discernimiento respecto a los enemigos de Dios y a las necesidades espirituales del pueblo de Dios.

Conclusión

Cuando Dios comienza a remover tales voces de una congregación, de una iglesia, de una escuela, o de un movimiento, es una señal de que Dios está abandonando dicho pueblo. Notemos lo que dice Ezequiel 3:26, 27 –

Y haré que se pegue tu lengua a tu paladar, y estarás mudo, y no serás a ellos varón que reprende; porque son casa rebelde. Mas cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor: El que oye, oiga; y el que no quiera oír, no oiga; porque casa rebelde son.

Estamos siendo testigos en los seminarios y universidades del Fundamentalismo actual, una destrucción de la esperanza por profetas. Note los pensamientos de Dios que predicó el profeta Amós 2:11, 12

Y levanté de vuestros hijos para profetas, y de vuestros jóvenes para que fuesen nazareos. ¿No es esto así, dice Jehová, hijos de Israel? Mas vosotros disteis de beber vino a los nazareos, y a los profetas mandasteis diciendo: No profeticéis.

Cada vez más predicadores con consciencia, están siendo víctimas de líderes religiosos quienes les piden no predicar de ciertas cosas desde el púlpito; se les insta a no hablar acerca de la música, se les demanda no hablar acerca de la muchas versiones de la Biblia; y se les pide no hablar acerca de la santificación, de la consagración, y de tener un profundo amor por Dios. Estas escuelas están forzando ahora a los jóvenes varones, a través de amenazas de separarlos de las iglesias y de negarles oportunidades para predicar, para que se rindan y beban el vino del compromiso y conformismo.

Algunos pueden decir que el oficio de profeta es un oficio del pasado. Pero si la Biblia nos dice que en los postreros días se levantarán muchos falsos profetas (Mateo 24; 1 Juan 4), ¿Acaso no habrá profetas verdaderos que nos adviertan a los justos? Quizá ya no existan los presagios de un profeta, pero si existe el predecir de la Palabra de Dios para Su pueblo. El profeta de nuestros tiempos debe mirar no solamente la perspectiva global sino también la calamidad dentro del campamento de Dios en la apostasía interna. Necesitamos hombres con un corazón espiritual para Dios, con una vida de oración, y una visión en sus vidas con un corazón como el de Daniel. Necesitamos hombres que nos digan como Isaías, “Ordena tu casa”, para advertir al justo acerca de su injusticia, y para entregar la carga espiritual de la Palabra del Señor cuando el pueblo de Dios y los líderes permanezcan neutrales y sucumban ante el compromiso.

¡Que el Señor levante predicadores con una visión madura! Ya que “Sin profecía el pueblo se desenfrena” (Proverbios 29:18). Donde no hay profecía de la Palabra de Dios el pueblo se convertirá ingobernable (sin ley).

(En el próximo artículo de Inmediatamente, estaremos dando tres artículos finales con respecto al Daniel-hombre y su importancia para los Últimos Tiempos de los Postreros Días).