Volumen 25 | Número 6 | Junio 1997

Inglés Español

Versión PDF

En esta edición:

La Doctrina Bíblica de la Santificación—1ra. Parte


By Dr. O. Talmadge Spence

Contenido: Parte Uno

1.  Separación Escritural
2.  Santificación y Santidad
3.  Una Doctrina Desatendida
4.  La Fuente de Santidad
5.  El Santo Templo
6.  Los Fundamentos en Todos los Compartimientos dela Vida
7.  Sosteniendo el Fuerte; Cuidando la Hora
8.  La Definición Completa de Santificación

Respecto a los Gálatas Legalistas

“Ellos se habían olvidado que nosotros somos santificados exactamente de la misma manera en que somos justificados. En ninguno de los casos se debe a obras humanas, sino por la gracia de Dios administrada por el Espíritu Santo de Dios. La Justificación nos hace ser mirados como aceptos en el Amado (Efesios 1:6), con un cambio de amos, y luego el Espíritu Santo nos libera de la esclavitud del pecado. En ninguno de los casos, esto es producido por los esfuerzos de los hombres. Al no darnos cuenta de ello, ¡produciremos fariseos de primera clase, quienes agradecen a Dios que no son como los demás!” (Dr James E. Singleton; Fundamentalism: Past, Present, Future; página 31).

Santificación Escritural

La doctrina bíblica de la Santificación es, tanto la más descuidada como la más mal entendida de las doctrinas de la vida cristiana. Sin embargo, debe ser honorablemente enseñada si es que queremos conservar las enseñanzas fundamentales de las Sagradas Escrituras. Si esta doctrina se descuida, entonces el cristiano convertido es abandonado en la isla del evangelismo; si es mal entendida, entonces estorbará la esperanza de un avivamiento entre los santos. Ninguna otra doctrina ha sufrido más en las manos de los creyentes identificados con el Cristianismo, a pesar del hecho de que esta necesaria y preciosa enseñanza, debiera convertirse en la doctrina práctica diaria de la iglesia, implicando en ello la apropiación por fe de los fundamentos del Evangelio del Señor Jesús.

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.1

Dios “amó de tal manera al mundo” (Juan 3:16); pero Cristo también “amó a la iglesia” (Efesios 5:25). Cada una de las grandes verdades fundamentales del Evangelio, son una parte directa del cumplimiento del amor de Dios para el pecador; y la verdad distintiva del evangelio es una parte directa del cumplimiento del amor de Cristo por los santos de la iglesia. Debe existir un puente santo entre la fe en Cristo del pecador, y el caminar santo en el Espíritu, el cual debe seguir a la gracia salvadora.

Santificación y Santidad

La versión King James (y la versión Reina-Valera en español) utiliza las palabras, tanto “santificación” como “santidad” para traducir la palabra griega hagios. Para la palabra “santificación”, los pasajes hablan más acerca de una entrada, una crisis, y de la apropiación de la santificación; para la palabra “santidad”, los pasajes hablan más acerca del proceso, de una búsqueda, y de frutos de santidad en la vida del cristiano creyente. Por supuesto, ambas son el resultado de un Depósito Divino colocadas en acceso para el creyente en el momento del nuevo nacimiento o de la regeneración. Esto sucede únicamente, cuando la enseñanza bíblica de la redención sea recibida por el cristiano creyente. En nuestro tiempo, los carismáticos han sustancialmente separado y/o aislado, la enseñanza neo-pentecostal del “bautismo del Espíritu Santo”, de la enseñanza del nuevo nacimiento. Esto se confirma por su compañerismo con los carismáticos Católicos Romanos, quienes relacionan su enseñanza neo-pentecostal del “bautismo del espíritu Santo” y la glossolalia con el sacramento del “bautismo de infantes” por la iglesia.2 En realidad, el nuevo nacimiento es la santificación o limpieza iniciada, y el subsecuente proceso de santificación perfecciona (trae a madurez) la obra de santidad en la vida del cristiano. El Romanista procede luego a referirse de este “bautismo del Espíritu Santo” y de la glossolalia como meramente una renovación de aquello que ha iniciado en el antiguo sacramento del bautismo.

Una Doctrina Descuidada

El descuidar la doctrina de la santificación va a guiar al libertinaje de la carne; la mala interpretación de esta doctrina guiará al legalismo de la carne. En cualquier aspecto, la carne sobrevive y tiene dominio sobre la vida cristiana; mientras que en el entendimiento y la apropiación de la santidad bíblica, a través de la gracia del Señor Jesucristo, la guerra de la carne cesa en su dominio (señorío de la carne) sobre nuestras vidas, y el creyente inicia su “caminar” en el Espíritu con el Salvador. El hacer nada con la doctrina de la santificación, va a guiar a la perdición de la vida cristiana, y de ello vendrá tanto carnalidad como mundanalidad.

En la segunda mitad del siglo XX, se ha puesto un sobre-énfasis en el evangelismo, y se ha descuidado la vida cristiana, de la cual, la santidad es lo más importante. Este déficit en esta doctrina ha abierto puertas de escándalo, de fornicación, de aborto, de eutanasia, de inmodestia, y de todo un ejército de detrimentos al testimonio y victoria de la iglesia. Debemos entender, desde el principio de este artículo, que no debemos más, divorciar la separación eclesiástica de la separación personal, de lo contrario, vamos a separar la ortodoxia de la ortopraxia. También debemos estar seguros que en nuestra presentación de la doctrina de la santidad, no sobre-enfaticemos el aspecto subjetivo de la santificación, alejado de la santidad objetiva del Dios Todopoderoso. Durante mucho tiempo, hemos presionado enseñando que el evangelismo es la prioridad, y ahora hemos llegado a un tiempo de una gran necesidad de avivamiento. El evangelismo es para salvar al pecador; el avivamiento es para santificar a la iglesia. Debemos también recordar que el evangelismo genuino es el resultado de la espiritualidad de la iglesia, no es el mero producto de las habilidades vendedoras pragmáticas del representante de la celosa mesa directiva en una iglesia.

Así que, la agenda pasada de un púlpito y una iglesia que caen, ha demandado una agenda bíblica en la urgencia de la presencia santa de Dios manifestada en un avivamiento en santidad entre el pueblo de Dios.

La Fuente de Santidad

Ningún ministro es digno de su llamado en todo el sentido de la palabra. Cada predicador es vulnerable a la presión de la hipocresía. De hecho, entre más fiel sea el predicador a la Palabra de Dios en su predicación y en su vida, más propenso será a la presión de la hipocresía. ¿Por qué? Porque entre más fiel sea el hombre a la Palabra de Dios, más elevado será el mensaje que él habrá de predicar. Entre más elevado sea el mensaje que predique, él será llamado a mirar aun más profundamente la necesidad de una vida más santa. Entre más es su responsabilidad delante de Dios, a través de Su Palabra, más claramente mirará la necesidad de la santidad de Dios, y su falta de santidad será más visible delante de él. Por supuesto, a consecuencia de ello, estos principios se incrustarán en aquella congregación de los santos que son guiados en la adoración desde un púlpito de dicha calidad espiritual, y por lo tanto, todo el pueblo de Dios mirará la urgencia de ser semejantes a su Dios Santo. Dios, y solo Dios, es la fuente de santidad; esto se nos revela a través de Su Palabra:

Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios. Y guardad mis estatutos, y ponedlos por obra. Yo Jehová que os santifico.3
Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos porque yo soy santo.4

No es más que una auto-justicia el asumir, que debido a que una persona es atraída a la santidad, debido a su búsqueda en la vida, en su estudio, en su meditación, y en su oración, que por ello, tal hombre es un hombre santo. La fuente de tal hambre profunda y de tan determinada búsqueda se debe solo a la fuente de la santidad que reside en Dios, y de que solo Él puede hacer que Su pueblo sea santo a través del sacrificio propiciatorio de Su amado Hijo, el Señor Jesucristo.

El Templo Santo

Al mismo tiempo que se desarrolla esta fuente de santidad en Dios, se encuentra la verdad del Santo Templo de Dios. Como peregrinos y extranjeros sobre la tierra, el pueblo de Dios anhela Sus atrios, Su Santa Casa, Su Santo Templo. En cierta manera, es como si estuviésemos viviendo desesperadamente lejos de la Casa de Dios en el cielo. Podríamos decir que actualmente estamos viviendo fuera de Su Templo, en un país lejano; pero existe otro sentido en nosotros, que hace que siempre estemos anhelando Su Santo Templo en el cielo. Esto fomenta un anhelo constante por estar en Su Santa Casa en la tierra, una casa en donde Su Palabra y adoración son el tema central en el Día del Señor, el Domingo, según el Nuevo Testamento. La adoración es uno de los más grandes milagros que pueda haber en nuestras vidas. Los Griegos antiguos solo creyeron en inmanencia de sus dioses; no había entonces un entendimiento de la trascendencia de Dios.5 Nosotros, como creyentes de la Biblia creemos tanto en la inmanencia como en la trascendencia de Dios. Por lo tanto, podemos contemplar a nuestro Dios a través de la inmanencia de Su providencia en nuestra vida diaria, y de igual modo podemos contemplarlo en reverencia y humildad en Su trascendencia a través de la adoración. La separación de nuestra persona junto con nuestras familias, de todo afán terrenal y de los negocios y labores, para ir a Su Casa aquí en la tierra, que es Su iglesia, nos otorga el privilegio de ser sobrecogidos por Su santidad en Su Santa Casa.

Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.6

Así que, nosotros que no vivimos dentro del Santo Templo, estamos siempre anhelando adorar a nuestro Santo Dios; si, anhelando estar en Su Casa por siempre, El anhelo debe incrementar más y más al acercarnos al final de la historia.

Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que yo esté en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo.7

Existe una contraparte para este precioso privilegio. Dios ha ordenado que el cuerpo santificado y consagrado sea el “templo” (naos) del Espíritu Santo. Esta palabra griega es la palabra utilizada para designar el lugar santo, el santuario, más que el atrio exterior del templo (hieron).8 El Espíritu Santo no llenará una vida inmunda (Note I Cor. 6:15-20); Él no va a ungir a un cristiano hipócrita (lea Romanos 12:1-2.)

Los Fundamentos en Todos los Compartimientos de la Vida

Los fundamentos, desde el mismo inicio de su testimonio, fueron rápidamente puestos en servicio por los defensores de la Fe, los Fundamentalistas, lo cual tomó la mayoría de su tiempo y energía para sobrevivir en contra del violento ataque de sus enemigos. Esto fue especialmente cierto entre los líderes del movimiento en sus inicios. Esta urgencia demandó un aspecto principal de guerra, tal que, desafortunadamente, fueron identificados por la gran mayoría, como peleadores. Los observadores de la guerra no se dieron cuenta que los soldados de esta guerra eran también ciudadanos del Reino de Dios manteniendo su identidad bíblica. Esto ha ocasionado con frecuencia, que la reputación del fundamentalista sea la de ser solo un cristiano militante, si es que no un sectario, y desafortunadamente, el carácter del Fundamentalista ha pasado frecuentemente desapercibido; lamentablemente, de igual manera, la santificación del soldado fue interpretada como separación y disidencia. Pero la verdad más profunda, la cual la gracia de Dios había provisto, era que la santificación abundaba en otros aspectos además de la separación, aspectos que los enemigos no reconocieron. La doctrina de la separación, como uno de los aspectos de la santificación, fue malentendida en las muchas escaramuzas del Fundamentalista, como una definición de un-solo-aspecto, de la doctrina en realidad mucho más amplia de la santificación y de la santidad.

Antes de proceder a una definición más teológica, establezcamos una definición muy práctica de la relación entre la santificación y la separación. Cualquier definición de separación, y/o de santificación, que no busque como primer motivo y como meta final, la exaltación de nuestro Señor Jesucristo en toda Su belleza y Su gloria, entonces no es digna de ser llamada separación bíblica. De igual modo, esta doctrina debe ser definida más detalladamente, no solo como una separación de la apostasía eclesiástica y del hermano desobediente, sino también una separación hacia la gloria del Señor Jesucristo. Esto lleva la santidad de Dios y la provisión de la santidad para el creyente, hacia la fuente de gracia que debe entrar dentro de, y tocar cada compartimiento de la vida cristiana.

“Manteniendo el Fuerte”; “Cuidando la Fe”

Desde la primera generación de los fundamentalistas, aparte de “mantener el fuerte”, ellos también han expuesto el “cuidado de la Fe”. Es un privilegio y beneficio, por la gracia de Dios, el que nosotros no gocemos más del “fuerte” que lo que gozamos de la “fe”. Por supuesto, nunca debemos comprometernos con el enemigo, pero de igual manera es cierto que nunca debemos entristecer al Señor. Ambas cosas forman parte de la enseñanza de la santificación. Muchos de nuestros enemigos, después de observarnos profundamente a través de las generaciones desde el inicio del siglo XX, ellos han asumido que todo lo que nosotros hacemos es pelear desde nuestro fuerte. Bien, queremos que sepan que nosotros peleamos. Pero como fundamentalistas, debemos siempre recordar que nunca podemos edificar sobre aquello que está equivocado; debemos edificar sobre aquello que está correcto. Debemos siempre condenar aquello que es falso y que está equivocado; pero solo podemos edificar el Reino de Dios sobre aquello que es verdadero y que es correcto. Como fundamentalista, siempre he experimentado dolor de corazón cuando un enemigo no ha entendido nuestro espíritu en la batalla, pero aun permanezco seguro por la Palabra de Dios, que el amor cristiano está en nuestros corazones siempre que la guerra se intensifique en contra del Señor y en contra de Su Palabra. Con frecuencia se me ha preguntado si yo amo al papa, o a Billy Graham, o a Oral Roberts. Siempre he sido cuidadoso en responder con gentileza: “Si, tal como el dulce cantor de Israel, David, cuando mató a Goliat, porque yo creo que existen Filisteos incircuncisos entre el pueblo de Dios”. Yo ceo que esto es tanto el espíritu del “mantener el fuerte” como el “cuidar la fe”, y la doctrina de la Santificación esta envuelta en el corazón de este tipo de guerra, a pesar de aquellos que puedan observar nuestra buena pelea y pensar de nosotros como algo diferente a ello. Debemos recordar que el enemigo es llamado a amarnos también, y aunque hay neo-evangélicos y carismáticos quienes exaltan el amor por encima de la verdad, en la realidad, ellos no parecen amar al fundamentalista más de lo que ellos dicen que el fundamentalista los ama.

La Definición Completa de Santificación

Hemos llegado al punto de la batalla en este artículo, donde debemos exponer rápidamente la definición práctica de la santificación. Esta área práctica debe ser reconocida primero, para saber cuáles son nuestras necesidades de ser enseñados respectos a la santidad para nuestros tiempos de batalla.

Antes que avancemos en la definición de santificación, debemos avanzar en las observaciones prácticas y escenas preliminares. No puede existir santificación bíblica simplemente aplicable, ya sea al aspecto negativo o al aspecto positivo del principio bíblico de la santidad. El motivo de la militancia no debe ser ni la meta ni el fin de nuestro testimonio cristiano. La militancia es solo un ingrediente de nuestra vida cristiana. La vida cristiana por si sola, es mucho más grande, y la santificación es una provisión en el sacrificio propiciatorio, lo cual incluye algo mucho más que una pelea. “La santidad es también el honrar a Cristo; la batalla es solo el medio para llegar a dicho fin. Es este fin de exaltar y honrar a Cristo lo que dictará los medios a usarse para dicho fin”.9 La militancia es solo un medio o un canal para la gloria de Cristo. La santificación debe restringir la vida completa del fundamentalista; debemos honrar a Cristo en todas las cosas. Robert Murray M’Cheyne identificó el sello de la santificación, debido a su carga espiritual en el himno “Cuánto Yo Debo”, cuando dijo: “Todo por el Amor a Cristo”.10 Después agregaría “Todo lo demás es indigno”.

Bibliografía

1Efesios 5:25-27

2Conferencia Carismática Nueva Orleans, Julio 22-26, 1987; lectura del sacerdote Kilian McDonnell acerca de “María y el Pentecostés”.

3Levítico 20:7-8

41 Pedro 1:15-16

5Gordon H. Clark, Thales To Dewey (Jefferson: The Trinity Foundations, second edition, 1989) p.184.

6Hebreos 10:24-15

7Salmos 27:4

8Richard C. Trench, Synonyms of the New Testament, (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishings Company, 1948) p.11.

9Bob Jones III, Bob Jones University/Fifty Years Under God, Greenville: BJU Press

10Andrew A. Bonar, Memoir and Remains of Robert Murray M’Cheyne, (Carlisle: Banner of Truth, 1978) p.636.